Pensar es perder el tiempo

Pensar es perder el tiempo

  • —¡Estudiarás arquitectura quieras o no! Igual que tu abuelo, igual que yo, igual que tu hermano. Esa es la herencia de los hombres de esta familia.
  • —¡Pero papá, yo no quiero estudiar arquitectura! no me gusta, no me siento un arquitecto.
  • —Qué tonterías dices Gabriel, no necesita gustarte y no necesitas sentirlo, sólo necesitas hacerlo y ya. Tener dinero, una buena posición económica y una buena posición social, eso es lo que importa.
  • —¡Mientes! tú tampoco querías serlo, la abuela me contó que querías ser pintor.
  • —Era joven y tonto igual que tú, pero después me di cuenta, que la arquitectura era lo que más me convenía, y no la pintura. ¡Entiende algo hijo! en esta vida no hacemos lo que queremos, si no lo que podemos, y lo que nos conviene más. No se vive de sueños, ni se come. Y mucho menos en este país.
  • —¿Te traicionaste a ti y a lo que amabas sólo por dinero?
  • —No lo hice, simplemente reajusté las prioridades.
  • —Entonces, ¡sí lo hiciste!
  • — ¡Por amor de Dios Gabriel! ¿Yo, pintor? En la familia no había nadie que supiera de pintura, era un hecho que iba a fracasar, habría sido una pérdida de tiempo. ¡Estaba equivocado, no estaba viendo con claridad! ¡Pintor! Por favor, ahora estaríamos en la calle. Agradezco a tu abuelo por haber tirado mis pinturas a la basura, perdía mucho tiempo en eso, y me distraía de mis deberes, de lo realmente importante. ¡El dinero es importante hijo, eso sí que importa! Sin importar en qué lo ganes. Enfócate en eso y serás feliz.
  • —¿O sea que, si el abuelo hubiera sido cirquero, tú serías cirquero también?
  • — Si dejara dinero sí, por supuesto que sí. Pero no somos cirqueros, somos arquitectos y punto. Tu futuro está elegido, y sé que ahora no lo entiendes, pero me lo agradecerás cuando crezcas.
  • —¡No! ¡No lo entiendo ahora, y no lo entenderé después, ni nunca!…

Esa fue nuestra última charla antes de que me escapara de la casa, ¿lo recuerdas papá? Aún no terminaba de decir “…nunca” cuando empezaste a golpearme, a insultarme y a decirme que un hombre debía aceptar su destino y que no dejarías que arruinara mi vida con “tonterías”.

No te contaré los detalles, pero estando ahí, sólo, enfrentándome al mundo sin ti, empecé a meditar sobre mi vida, sobre mi entorno, empecé a hacer profunda introspección, a hacer conciencia de mi realidad. Descubrí que los humanos estamos forjados al calor de las estrellas, que somos el sol, la luna, los cometas y, todo ese poder extraordinario fusionado en nuestros cuerpos, en universo consciente. Descubrí que es nuestro deber ser extraordinarios, como todo aquello de lo que llevamos polvo en la sangre. Alcanzar la grandeza que cada uno guarda dentro de sí, y no sobrevivir sólo un tiempo, para finalmente morir una vez más y para siempre.

¡Escritor papá, yo voy a ser escritor! —Te grité mientras lloraba. Entonces volteaste, y me miraste con desprecio. ¡Pensar es perder el tiempo! —Contestaste. Y no supe que más decir.

Con el tiempo, descubrí que todo, absolutamente todo por lo que había pasado y vivido, tenía una razón de ser. Con cada crisis venía una oportunidad, ¿oportunidad de qué? de lo que fuera, una oportunidad de lo que quisiera. Entendí que era algo que yo necesitaba para mi aprendizaje, algo para plasmarlo un día en el futuro, que era material que el mundo necesitaba saber. Que eran pensamientos y sabiduría digeridos y puestos en palabras, para que gente como tú, pudieran al menos darse una idea, si el entenderlo fuera demasiado complicado aún.

“Perder el tiempo”, me alegro de haberlo hecho, fue así como descubrí todo lo que sé, pensando y reflexionando. Desearía que desde niño me hubieran enseñado en la escuela a reflexionar sobre lo esencial, a buscar en el interior, porque es ahí donde están las respuestas. Si enseñaran eso en la escuela, no habría tantas personas perdiendo el tiempo perdiendo sus vidas, sus dones, y perdidos sin saber qué hacer, o viviendo por el dinero como tú. Pero te diré un secreto, el dinero es una consecuencia inevitable, cuando se hace lo que se ama. Hubieras “perdido tu tiempo” desentrañando esto.

Ojalá también hubieras “perdido tu tiempo” reflexionando sobre el final de tu pequeña estancia en este mundo; sobre tu muerte. Porque así habrías entendido tu vida y la habrías vivido extraordinariamente, y no la habrías desperdiciado haciendo cosas que no te gustaba hacer. Ni te habrías perdido de cosas esenciales, como disfrutar de tu familia.

Cuando uno se hace consciente de que en algún punto va a morir, entonces empieza a prestar atención a lo que está haciendo día a día. Pero claro, para qué pensar en eso.

“¡No necesita gustarte!” —Dijiste.

—Nunca lo olvidé.

Pero, si lo que hacemos no nos gusta y no sentimos vibrar nuestro corazón con ello, ¿qué sentido tiene hacerlo entonces? Supongo que tampoco nunca perdiste tu tiempo pensando en esto.

—Ah, pero el dinero ¿verdad?

Sabe una cosa padre, pensar, es la cosa mejor pagada en este mundo, y no sólo con dinero. Así que, ¿qué clase de tonto no querría pensar?

Por cierto, mi último libro también vendió millones de copias como los anteriores.

En fin, sólo quería darte las gracias, porque fue gracias a tu intento de someterme al silencio, que resurgí más triunfante que nunca. ¡Gracias!

Atte. El “hijo” que quisiste desterrar.

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