Si robamos las intenciones de generar un cambio, sea cual sea nos convertiremos en la principal razón por la cual los dioses nos abandonarán. Veamos como lucen los cuerpos desnudos en las calles y dejemos que las eses de los perros se fusionen con el excremento humano: “Hey amigo, deja a tu abuela pudriéndose en el pórtico de tu casa”, porque al final de cuentas somos simplemente carbono en descomposición.

Quitémonos la parte humana y dejemos que gobierne sobre nosotros nuestro sentido animal. Si esa fuera nuestra naturaleza nadie se debería de sentir asombrado de mis palabras, pero al final somos una burda imitación del «no sé qué con pseudo-conciencia social», defendiendo ideologías ofuscadas por la conciencia que les dio el privilegio de atacar a su misma especie y declarar la guerra al mundo entero.

Entonces nosotros nos volvemos el primer y único mal del universo, somos lo mejor que le a pasado a nuestra galaxia y estamos entre nada, solos, abatidos, y explotados; porque nosotros somos el TODO, se escribió así desde que alguien supo lo que era una palabra. El primer dibujo hecho sobre una cueva hace miles de años demostró que no había nada superior.

Realmente no lo hay porque no existe ningún ser conocido en mi entendimiento que me pueda decir lo contrario; salvo el mismo hombre: ¡heeeey! Ser humano ven y refuta mi teoría, muéstrame como existe vida en otros planetas y no somos los seres más inteligentes del plantea: demuéstrame que una planta esta más viva que yo y que ha hecho un mayor cambio en el universo con un segundo en la Tierra que toda la humanidad metida en un libro; eso somos nosotros; penes flácidos que no sirven para nada y aún así logramos mayor durabilidad que nadie en este espectro llamado Tierra. Porque yo lo digo y porque así es; porque entiendo la diferencia de los porques; por qué; por que; porque; porqué; ¡Por quéeeeeeeeeeeeee! ese soy yo imponiendo mi superioridad y demostrando mi perdurabilidad.

Soy más perdurable que la rosa que medita toda su vida y se dedica a dar. La sabiduría de esa flor no es nada comparad con mi manera de escribir la letra “F”, la montaña que ha resistido el pasar del tiempo, combatido contra el viento y las irregularidades atmosféricas que han acabado con miles de millones de mis congéneres. Ese soy yo el individuo esperando escuchar las respuestas de los mamíferos más inteligentes de la historia; no haré caso al canto de los pájaros ni al soplar del viento; los admiraré y les escribiré tratando de demostrar la magnificencia de su existir antes de que nadie pueda valórala, antes de que nos los cenemos entre dos panes fritos.

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