Era la decimocuarta vez que intentaba escribir aquella página, y sabía que no sería la última. Aún seguía buscando el porqué de tantos intentos, aunque mi conciencia no dejaba de remarcarme lo obvio: no puedes escribirla porque no crees en ella. Esa era la verdad que quería reprimir con tanto ímpetu.

Todos los habitantes del pueblo ya habían escrito sus manuscritos, y sólo quedaba el mío: el manuscrito de mi próxima vida. La idea en sí me parecía absurda, el hecho de escribir como querrías que fuera tu próxima vida, en caso de que existiera la reencarnación. La simple premisa de que pudiera existir la reencarnación es relativa, sin embargo, el hecho de escribir sobre ello, eso es lo ilógico.

Siempre había pensado que el ser humano era estúpido por naturaleza mas algunas veces decide serlo voluntariamente. Además, ni siquiera sabía que querría en caso de poder quererlo. Si pudiéramos elegir nuestra vida, modificar cada detalle y elegir cada fantasía intrépida que se nos pasara por la mente, no podríamos coexistir.

Nadie elegiría ser de clase media, nadie elegiría ser pobre, nadie elegiría morir pronto, todos escogeríamos una vida favorable, llena de gloría, amor, salud y prosperidad. Ese pensamiento, esa quimera hecha realidad derivaría en el caos.

Era irónico pensar que el bien de todos, llevaría a un caos incorregible, pero sería así. El mundo funciona debido a la injusticia, a la desigualdad, y al odio. Me creaba una ardua impotencia el pensar en ello, pero era irremediable. Nos salva el azar, no elegimos, simplemente somos. Somos injustamente, pero somos.

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