LO IRRACIONAL EN EL ARTE GRIEGO

LO IRRACIONAL EN EL ARTE GRIEGO

LO IRRACIONAL EN EL ARTE GRIEGO

Por César Santafé

El siguiente ensayo tiene por objetivo preguntarse por qué la filosofía de la historia posee un lugar destacado en la historiografía del arte griego, y en consecuencia, una gran infravaloración del mito de la cultura oriental y la estructura irracional de la conducta humana. Interesa, en este ensayo, la actitud de nuestro entendimiento frente a la facultad de juzgar el pensamiento primitivo; en él existen los mundos posibles del mito que ha sido interpretado de irreflexivo por la filosofía occidental. En realidad el mito obedece a la contingencia de la imaginación, que nos enseña una capacidad de supervivencia de la especie humana. Es, por decirlo así, otro tipo de lenguaje en imágenes que ha sido subestimado desde la aparición de la ética filosófica; hay que aclarar que la ética filosófica no significa lo mismo para Sócrates, para Platón o Aristóteles, pero en Platón la aplicación de la teoría gnoseológica a la ética ha erigido una pared infranqueable entre el mundo de las imágenes y el de la razón: la parte apetitiva del alma y el deseo (es decir, los sentimientos y las pasiones) son la raíz de la resistencia. La gnoseología ha creado un distanciamiento con respecto al pensamiento intuitivo y, es posible, que este pensamiento se halla denominado en el siglo XX pensamiento en imágenes, al que se opuso rotundamente la escuela psicológica de Viena. Kant nos habla en la crítica del juicio de los dos tipos de pensamiento con una notable distinción entre el entendimiento intuitivo y el conceptual.

El modelo evolucionista de la filosofía de la historia concibe una historiografía selectiva que distingue entre sociedades superiores y sociedades inferiores, basado en un racionalismo ético y de la razón, cuyo concepto de la moral sostiene que sólo mediante la razón se pueden descubrir verdades universales. Es un sistema, por tanto, excluyente de los alcances culturales de los pueblos mal llamados “salvajes” y cuya teoría del conocimiento se funda en la filosofía presocrática; Sócrates en su teoría clásica distingue rigurosamente entre saber auténtico, mera opinión y creencia, y niega una aproximación al conocimiento en términos relativos, es decir, sentimentales: al conocimiento se debe llegar mediante la ciencia. Este sistema ha sido adoptado por diversos filósofos de la historia y ha sido revaluado por la fenomenología y también por el racionalismo críticodel siglo XX, tal como lo estableció Karl Popper en los años treinta, quien demuestra que en términos ideales la exigencia de un conocimiento seguro es irrealizable. El modelo positivista que aún se enseña en las escuelas de arte ignora los diversos descubrimientos de la actual investigación de la antropología cultural, con su método particular de la etnografía y la observación en el trabajo de campo; y de la arqueología, los que a partir del análisis estructural de Lévi-Strauss muestran que los diversos sistemas mitológicos son una manera lógica de resolver problemas, sólo que no se enfrentan a la realidad o a la experimentación como lo hace la ciencia. El valor estético del mito choca con la tradición crítica de la filosofía de la historia pues ésta considera que la virtud (o arete, entre los griegos), esencialmente es una técnica de vida racional y, como tal, puede aprenderse; es así como lo irracional es opuesto al arte, y en la filosofía de la historia lo “inadecuado” de la simbología mística oriental corresponde a una etapa inferior del arte, tanto más que enseña que las imágenes del símbolo y la metáfora de la civilización oriental pertenecen a épocas primitivas en las que el espíritu humano todavía no estaba evolucionado. Estas consideraciones del no-arte de Oriente anteceden al arte bello griego y, según esta filosofía, las disonancias y recurrencias místicas y afecto por la sacralidad son muestra de una revelación antigua considerada como el medio de educación del género humano. La filosofía racional niega que el misticismo sea depositario del bien o de cualquier actividad que enaltezca el espíritu.

El arte griego, en sus diversas manifestaciones, era valorado como un bien; pero esta manera racional de “medir” el bien no es compatible con la lógica simbólica de las sociedades primitivas pues su imagen del mundo valora el bien en permanencia con la naturaleza; esta es la razón por la cual el arte primitivo es un fundamento filosófico de simultaneidad entre la invención y el bien grupal, implica la supervivencia de la especie en un pacto espiritual con el mundo natural. La espiritualidad primitiva era de naturaleza poética y de fantasía metafórica e históricamente ha sido relegada a una infancia de la humanidad anterior al pecado original de la razón: el conocimiento. La frase de Federico Nietzsche: El socratismo desprecia al instinto y con ello al arte”, es una máxima contra el racionalismo socrático del siglo V que denosta el mito y cualquier cualidad del instinto; en su apostrofía contra Sócrates Nietzsche defiende a la religión dionisíaca que se diferencia de la apolínea por el encadenamiento que ésta hizo de los instintos. Nietzsche exalta la locura (el tema central del Nacimiento de la tragedia), al igual que la danza orgiástica empleada en los grandes cultos danzantes, en los de la Cibeles asiática y la Rea cretense, así como en el Dioniso.

Si el fin último teleológico del arte es alcanzar el conocimiento la pregunta que cerrará nuestra reflexión se asienta en dos métodos del conocimiento para alcanzar la verdad: 1) ¿Es el arte griego una técnica operativa concreta regida por el orden clásico de la perfección canónica de la matemática y la geometría euclidianas y, por tanto, un bien racional; 2) o es un bien instintivo producto del pensamiento emotivo que habita en los lugares oscuros del infinito causal: el mito, la religión, la magia, el arte adivinatorio de los sueños, el oráculo y la locura?.

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