​LA MECÁNICA DE LA VANIDAD.

​LA MECÁNICA DE LA VANIDAD.

Silvana Rodriguez

04/05/2017

“La vanidad es tan fantástica, que hasta nos induce a preocuparnos de lo que pensarán de nosotros una vez muertos y enterrados” (Ernesto Sábato).

No todos los actos que hacemos nos llenan de satisfacción, en algunos casos sentimos que obramos bien, que tomamos la decisión correcta y vemos que no nos equivocamos en pensar eso, por los resultados que obtenemos. En otras ocasiones, sabemos que pudimos haberlo hecho mejor y aprendemos de ello, para crecer. Cuando obtenemos méritos, el halago no sólo va por nuestra cuenta, también va por la sociedad, lo cual sin duda, es gratificante para cualquiera. Es difícil y poco sano llevar una vida sin reconocerte, sin halagarte un poco cuando sabes y sientes que lo mereces, sin que los demás lo hagan, porque necesitamos, aunque este deseo sea inconsciente que el resto nos muestren su adoración hacia nosotros, para poder sentirnos bien con nosotros mismo. La cuestión está cuando hay un abuso de propia idolatría basada en cosas vanas, cuando sentimos la necesidad de maquillar aspectos de nosotros para agradar a los demás a tal punto que llegamos fracturar y a traicionar aquello en que siempre habíamos creído, aquello que con esmero la familia nos enseñó, cuando la vanidad rompe todas las cadena que la Ética ha construido y nos absorbe por completo.

Ahora, la vanidad se caracteriza por comportamientos como la arrogancia, no hay nada detrás, mucha apariencia. Se pierde la razón porque la vanidad provoca deseo de ser admirado por el alto concepto de los propios méritos. La vanidad de alguien es mayor que su inteligencia, se dice con frecuencia, aunque los individuos vanidosos son a veces menos inteligentes. Son personas que se vanaglorian de lo que hacen, de lo que son, de la imagen que dan; manifiestan constantemente petulancia, dicho individuos, generalmente, lo que intentan es engrandecerse ellos mismos para poder calmar esa inseguridad que no es nada más que la confirmación de que no hay nada de cierto en todo lo que dicen acerca de sus supuestas virtudes.

Cuando se tiene una persona vanidosa, se tiene a alguien que estaría dispuesto a hacer lo-que-sea necesario para alcanzar aquello que equívocamente anhela, porque la vanidad es el orgullo basado en cosas vanas, que desvía al hombre de lo que en verdad vale. De esta manera, las personas se enfocan en cosas superficiales que le proporcionarán algo de satisfacción o felicidad momentánea, que lo guiará en la búsqueda constante de presuntas cualidades, para que estas sean admiradas y reconocidas, pero todo lo que pueda llevar a sentir no son más que emociones y sentimientos coyunturales, ya que no está basada en ningún deseo real o verídico de su mente y su corazón.

Identificar una persona vanidosa es sencillo, es una persona que muestra un paquete con un envoltorio hermoso, llamativo y hasta deslumbrante, pero que sólo es un envoltorio, ya que cuando se abre no contiene nada, está vacío. El envoltorio es un engaño, ya que no corresponde a lo que hay en el interior. La vanidad es la manifestación de rasgos de segundo orden que se convierten en el primer elemento de la realidad, porque la persona engaña su alma, cegada por sus caprichos. El engaño es entonces, la más profunda manifestación de alguien vanidoso, y es al mismo tiempo el no querer darse cuenta de que no se tiene algo de lo que se está ofreciendo, es también la dificultad de discernir lo que se siente de verdad e incluso lo más importante, quien es uno mismo.

Al final lo importante será no dejarse vencer por esto, conociéndose muy bien, aceptándose tal y como es, obrando de acuerdo a sus filosofías, trabajando duro por lo que se quiere, queriéndose y cuidándose, puesto que la vanidad es un pecado capital, siempre estará latente ahí para que nos derrumbemos con eso, sin embargo preciso recordemos que “Entren por la puerta estrecha, porque es ancha la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que van por allí. Pero es angosta la puerta y estrecho el camino que lleva a la Vida, y son pocos los que lo encuentran” (Mateo 7:13).

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