Una vez que todo ha pasado, no sueles recordar como lograste sobrevivir a esa terrible situación, incluso llegas a dudar si realmente era tan grave, pero si algo tienes claro es que has cambiado, que ya no eres el mismo. Enfrentarte a tus miedos te hace mas fuerte y de cada crisis uno sale fortalecido. Aprendes a relativizar las cosas, a priorizar, a valorar lo que realmente importa y descubres que tu límite está mucho más allá de lo que siempre habías imaginado, porque nuestras limitaciones son flexibles y van adaptándose a cada experiencia a la que nos enfrentamos. A veces duele mucho y el alivio que sientes cuando todo acaba te llena de tranquilidad, devolviéndole el equilibrio que tanto ansiabas. Te quedarán cicatrices y cada vez que las mires sabrás que la próxima vez aunque sientas que no vas a poder, si puedes, pudiste hacerlo y lo podrás volver a hacer.
La vida es como un pez que necesita moverse para respirar, los movimientos le dan aire y le desplazan, si no el resultado es un pez muerto. A veces basta con nadar para seguir avanzando, otras hay que emplear mucha energía para dar una sola brazada, pero ese esfuerzo es como una lucha contracorriente que te mantiene vivo.
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