Esto es un alegato en contra de la estupidez generalizada que impera en nuestra sociedad. Es un alegato contra tu estupidez, la de tus padres, la de tus políticos, la de tus referentes, la de tus hijos y la mía propia.

Nuestra sociedad es idiota. Las personas que conforman nuestra sociedad son idiotas. La mayoría traidores a si mismos. Los menos, genios incapaces de mostrar su genialidad. El primer grupo, los autotraidores, no sólo son numerosos, si no que normalmente son incapaces de ver su idiotez y mucho menos de intentar evitarla. Al contrario de lo que la literatura mainstream pueda decir, yo no considero que se hayan traicionado por abandonar los sueños que tenían de niños, sé perfectamente que muchos son irrealizables y se pierden cuando la realidad comienza a confrontarse de verdad. Sé que no se puede vivir en un mundo de sueños infantiles toda la vida. Soy idiota, pero no imbécil. Considero que se han traicionado porque siguen reglas estúpidas y sin sentido sólo porque alguien les dijo que tenían que hacerlo.

¿Parece simple verdad? Pues efectivamente, lo es. Y es que nuestras relaciones sociales y por ende nuestra sociedad se sustenta sobre la idiotez generalizada del grueso de la población. Cada vez que alguien saluda a alguien que odian porque es lo que tienen que hacer, porque desde pequeños le han dicho que hay que saludar. Cada vez que alguien se guarda lo que piensa para sí por miedo a lo que le puedan decir. Cada vez que alguien hace algo que no le gusta por motivos estúpidos y que seguramente no entiende del todo. Cada vez que alguien actúa sin pensar y se dejan llevar. Cada vez que alguien vive algo que no quiere vivir porque alguien le dijo que lo hiciera se está traicionando a sí mismo. Esa es la primera parte. La segunda parte depende completamente de ti. Tú les miras y ves personas normales, amables, educadas, sonrientes y felices. Y sabes perfectamente que muchos no son normales, amables, educados, sonrientes ni felices. Y sientes seguridad en ti mismo, porque sabes que todas esas personas que no son nada de lo que aparentan ser no van a quitarte la careta para que todos se enteren de que no eres lo que aparentas ser. Tú les miras y ves apoyos para un sistema de vida al que te has acostumbrado.

Pues bien, yo les miro y solo veo seres despreciables y estúpidos que no merecen mejor vida que la que tienen. Y sé que aún soy parte de ese grupo. Sé que aún soy muy idiota. Sé que aún hago y digo muchas cosas que en realidad no quiero. Pero también sé que cada vez que alguien se enfada conmigo porque le digo lo que pienso, cada vez que me miran mal por vestirme con ropa sin planchar, cada vez que a alguien le ofende mi humor y cada vez que me levanto por la mañana y pienso en todas las cosas que no me gustan, soy un poco menos idiota. Y que cada vez que hago cada una de estas cosas y cada vez que alguien me ve y piensa que podría hacer lo mismo, planto una semilla de desidiotización en una mente. Y sé que moriré y la mayoría de personas seguirán siendo idiotas, pero a mí me vale con que diez segundos antes de morir, repase mi vida y vea que yo he dejado de ser un idiota. Me basta con saberme saliendo de esta sociedad de idiotas que viven felices siendo idiotas.

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