Sorpresa filosófica

Sorpresa filosófica

Manuel Hidalgo

30/04/2017

Despierto, me levanto de la cama y volteo hacía la ventana -es una bella mañana- pienso, los pájaros no cantan pero el ruido de los coches que se aglomeran en la calle y empiezan a sonar el claxon para que avancen me recuerdan que si no salgo rápido voy a llegar tarde, desayuno algo y salgo precipitado de la casa.

Abordo el coche y me dispongo a integrarme a la jungla de asfalto, donde se aprecia una de las facetas de que «el hombre es el lobo del hombre» (Hobbes), el tráfico está pesado y cada uno trata de avanzar lentamente, -pero en cuanto se descuide el de a lado me lanzo sobre él y me le cierro-, lluvia de improperios y una tonada de cinco notas -pero me adelanté- un rato circulando por el mismo carril y a volver sobre la maniobra, esta vez no hay queja, pero el sujeto al que me le cerré se pasa al carril en el que yo venia, alcanzandome, percibo que con el seño fruncido me lanza la mejor de sus miradas -¿o es la peor?-, bonita invitación a encoger los hombros y volver la vista al camino mientras espero a la siguiente victima, pero el conductor que ya había ubicado para rebasar, nota que yo tenía encendida la luz direccional y amablemente me cede el paso, lo que me permite llegar al estacionamiento de la oficina con tiempo para dejar el coche a resguardo.

Me siento en mi escritorio y enciendo la computadora para hacer el análisis de las estadísticas de ventas, en mi trabajo «el saber es poder y el poder se sostiene con el saber» (Foucault), pero no es un saber académico como podría ser manejar los programas de Word o Excel, sino que es un saber que viene de todas partes, en este campo lo da la experiencia diaria de la relaciones humanas, estudiando la Licenciatura de Mercadotecnia nunca llevé una asignatura que se llamara «Lisonjas y Alabanzas», o «Como humillarse dignamente» (ante un ambiente tan competitivo solo me queda preguntar: Maquiavelo ¿donde andas?, debido a que no importan los medios con tal de lograr el objetivo), sin embargo SÉ que hablando bonito al cliente (estoy ejerciendo el poder con la accion) o como dijeran por ahí -endulzando su oído- puedo conseguir un contrato.

Pero no cabe duda, el que la hace la paga, mi cliente en turno era el caballero al que me le cerré con el coche y con una sonrisa sarcástica me saluda.

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