Pasan los años y religiosamente cada viernes a las nueve de la noche en la canchita de Ocampo se celebra una nueva ceremonia con amigos. Algunos llegan en bicicleta, otros en auto desde la oficina, varios luego de cumplir extorsivos compromisos maritales de última hora o de realizar algún estresante raid vehicular para llevar o traer niños a un cumpleaños o a un evento familiar. Los peregrinos saben que el camino a la meca puede ser espinoso pero todos tienen claro que nadie puede faltar. El número de jugadores es estrictamente el necesario así que el compromiso es sagrado.

Lo cierto es que esta sacristía tiene sus origines en los albores del Glorioso Futbol de los Viernes, donde cada miembro fue encontrando, consiente o inconscientemente, el lugar que le corresponde.

Desde un inicio los bandos se diferenciaron por sus colores. Mas precisamente por sus tonalidades, claros y oscuros. ¿Que hubo detrás de estos nombramientos, de estas definiciones sobre la casaca de cada squadra?

¿Acaso el bando claro quiso establecerse como puro, transparente, escrupuloso y limpio; en cambio el oscuro quiso representar la tenebrosidad o el espíritu nebuloso y sombrío?

Desde aquellos tiempos nos preguntamos ¿que llevó a cada cual hacia un equipo u otro? ¿Que fuerzas impulsaron a patear hacia una u otra portería?

Muchas cosas se han conjeturado. Lo cierto es que nada es por acaso y que existe la identidad que cada bando asumió y hasta el día de hoy defiende.

La historia se remonta muchos años atrás cuando el equipo claro representado por algunos de los socios fundadores contaba con algunos derechos especiales o privilegios. Uno de ellos fue la posibilidad de elegir su valla, lo que implicaría a su vez definir la portería rival, aquella hacia donde apuntaría sus fuerzas.

Se ha especulado incansablemente sobre la verdadera identidad de cada lado del estadio techado de Ocampo. Que fuerzas escondía cada uno de ellos.

Es difícil establecer las razones que llevaron al equipo claro a sentar su lar en la portería que da sobre la cabecera señalada como “El Arco de los Dominios del Ave Ibis”, bautizado de ese modo ya que detrás de la pared de chapa se encontraba la finca de un misterioso personaje con supuestos poderes ocultos a quien por su esmirriado cuerpo encorvado se lo decidió apodar con el nombre de un ave pelecaniforme.

El golero claro llevaría el estigma sobre sus espaldas, casi a modo de aura protectora. La portería atacada seria la opuesta, aquella que conforma las cómodas y elegantes galerías del Club House que anfitriona los sagrados juegos.

Los oscuros nunca eligieron su portería. Simplemente se acomodaron en la suerte y el destino los puso frente al sagrado mausoleo.

Los claros hicieron del “El Arco de los Dominios del Ave Ibis” su santuario divino. Desde allí emprenderían sus cruzadas y sus apogeos como así también incontables ridiculizaciones y humillaciones, aquellas que la historia jamás terminara de relatar.

Entonces, en el mundo de los legos, en sus ocasionales congregaciones se preguntan: ¿existe el rincón del bien y del mal? ¿Alguno de los equipos puede signarse como el representante de alguna de estas fuerzas?. Muy difícil establecerlo.

Algunos aseveran que el Ave Ibis es un emisario del bien. Un mesías encarnizado en un alma en apariencia perdida, misteriosa y hasta lúgubre: pero que guarda en si una enigmática fuerza espiritual benigna, pura, que algunos se han animado a describir como celestial. O ¿son en rigor el Ave Ibis y su mudez, junto a su jauría de canes exacerbados, lisos y llanos cancerberos del infierno diplomados miembros de las fuerzas del mal?.

¿Que determina si una portería esta bendecida por las fuerzas del bien o por las fuerzas oscuras? ¿Tiene esto una implicancia en el resultado?

Habría que remontarse a la historia y a los inexplicables enigmas que la conforman para responder estas incógnitas. Ni los entendidos tienen la verdad. Mucho nos tememos que nunca la conoceremos aunque los tiempos se empecinen en creer que algún día los misterios serán revelados.

Falsas esperanzas de hallar respuestas a tantas preguntas. Lo cierto es que siempre habrá un equipo claro que represente la mas fiel estirpe del Glorioso Fútbol de los Viernes y un equipo oscuro que engalane con su presencia cada encuentro para dar vida al desafío.

Concluida la contienda deportiva se celebrará la cena con todos juntos en la mesa. Se multiplicará el asado y el vino tinto para que a nadie le falte. Finalmente nos encontraremos a nosotros mismos y reconoceremos que sin unos y otros no existiría la sagrada ceremonia.

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