Shaila ó Vencer al destino.

Shaila ó Vencer al destino.

Quizá Shaila recibía su fuerza interior de su propio nombre. Ser hija de la colina quizás no fuera suficiente. ¿No sería en realidad hija de la montaña? Ella misma no podía imaginar que llegaría tan lejos. Bueno, imaginar sí, lo había «visto» muchas veces en sus sueños cuando era niña, entonces creía poder volar como el cóndor.

Ahora se veía a sí misma sentada en ese avión en el vuelo con destino al Reino Unido, dejando atrás el país de sus antepasados y la familia de su padre. ¡Cuanta razón tenía su madre! ¿Por qué no le haría caso? ¡Cuántas veces intentó disuadirla de su idea de viajar a la India! Sin embargo la energía de la montaña que la había llevado hasta allí tenía mucho que ver con la lucha interior de varias generaciones de mujeres, al menos desde que su tatarabuela llegó a Queenstown con su marido e hijos, procedentes de Jaipur en el Rajasthan.

Destinada como mujer a la sumisión al clan,

debiendo obediencia a los hombres de esta cultura patriarcal. Destinada a una boda concertada, a pesar de llevar más de cuatro generaciones establecidos en Nueva Zelanda.

Con la prohibición expresa de mantener relaciones con ningún hombre de otra religión o raza, casi con la prohibición de enamorarse a pesar de estar escolarizada en el sistema occidental de la Commonwealth.

Destinada a la sumisión a su marido de por vida,

a pesar de ser una enfermera muy cualificada y de haber obtenido las mejores calificaciones de su curso en la diplomatura.

Pero ella llevaba la energía heredada de su madre, su tía, su abuela, su bisabuela, su tatarabuela,… Y quizás más y más generaciones de mujeres en las que se había cumplido de manera inexorable ese destino impuesto.

Creció leyendo la tristeza en los ojos de su madre, Denali (que significa la que es grande). Denali hizo su primer viaje a la India para casarse en Bombai, allí vio por primera vez al que sería su marido. Vistió un sahari rojo bordado en oro, como correspondía a los Ambani con los que iba a emparentar, se observó escrupulosamente el ritual durante toda la semana que duraron las celebraciones, fueron unos esponsales de cuento con más de quinientos invitados. Todo presagiaba una vida feliz junto al hombre adecuado; pero no fue así.

De niña leía en los ojos las mujeres y escuchaba sin acabar de entender los susurros entre las dos hermanas antes de que su tía Naisha (especial) desapareciera un día de la tribu familiar para escribir días más tarde una postal desde Edimburgo. Más tarde supo que Denali había gastado todos sus ahorros en comprar un billete de avión para Naisha, justo cuando iban a anunciar una fecha próxima para su boda. Naisha no tuvo un sahari ni rojo ni bordado en oro para su boda, ni tuvo a nadie de la familia que la bendijera. Naisha vivió “maldecida” por el clan; pero feliz en su nuevo destino europeo. Toda una pionera, había escapado a su destino.

Para Shaila fue un ejemplo a seguir desde entonces, aunque no pudo hablarlo abiertamente con su madre hasta que faltó su padre; pero contradictoriamente ardía en deseos de viajar a la India. La expresión de estos deseos hacían enloquecer a su madre de dolor. Ella no volvería a pisar la India ni muerta y menos ahora que se había convertido en una viuda. En la cultura hindú se sigue culpando a la viuda de la muerte del marido, cualquiera que haya sido la causa. Se supone que ella no lo ha cuidado adecuadamente. Este es el argumento clave por el que se priva a las viudas de todo respeto y honor.

Sin hacer caso del consejo materno buscó trabajo en Calcuta a través de Médicos Sin Fronteras y se marchó al país que había visto nacer a su padre, a la India mágica cuya belleza la tenía subyugada a pesar de la losa que dejaba caer sobre la biografía de cada una de sus mujeres. Estaba feliz en el dispensario, ayudando a los enfermos, a los niños, a los mendigos,…

Si no le hubieran dado esa semana de descanso no habría podido desplazarse a Bombai a conocer a sus tíos y primos y a su abuela paterna que aún vivía. Kumar, su tío, no se habría preocupado de buscar un marido para ella. Más prisa no se pudo dar, desde que ella anunció su visita movió los hilos y cuando ella llegó ya tenía concertada su boda.

Después no la dejaban volver a su trabajo a Calcuta. Se sintió secuestrada por sus propios tíos. ¡Qué tonta había sido! Ahora podía entender el discurso de su madre. Quizás hasta podía entender por qué su tía Nashia no quiso volver a su país de origen, a pesar de ser la tierra más bella del universo, a pesar de tener allí a su hermana que tanto la quería.

No sabe de dónde sacó fuerzas para mostrarse sumisa y así poder recuperar el favor de su abuela. Finalmente la convenció de que era preciso volver a Calcuta para conseguir un cambio de destino como enfermera. Conseguida su libertad provisional no descansó ni un momento hasta conectar con su tía y gestionar un billete de avión para Escocia.

Y ahora estaba en ese vuelo dejando la tierra de la India en busca de una nueva vida, libre de las ataduras del pasado. No se lo podía creer. ¿Habría vencido realmente a su destino? Antes de subir al avión envió un email a su madre. Ella se sentiría feliz aunque tuviera a la hija en las antípodas.

FIN

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