La caperucita roja y la tercera edad

La caperucita roja y la tercera edad

La Caperucita Roja, ha inspirado muchas versiones, pero no recuerdo ninguna versión que dignificara a la abuelita, se me ocurre que hay un punto de honor en esta historia, y que si alguien la hubiese versionado tomando en cuenta este aspecto, no habrían tantos abuelitos deambulando solos por las calles, excluidos del seno familiar, en lugares fríos, despojados de todo lo que construyeron.

Se me antoja que “Caperucita Roja” es el primer caso de Maltrato en la tercera edad. El cuento tiene un grado intenso de violencia y aunque este otro maltrato no se describe de forma manifiesta, el que la abuelita de Caperucita viva sola en el Bosque, lo era- me pregunto – ¿por qué la anciana vive sola? ¿Por qué en medio de esa espesura a merced de un lobo?

La Dinámica actual de las familias ha colocado a los abuelos, en una especie de «zona de aparcamiento» como lo expresó, el Papa Benedicto XVI sintiéndose como una carga, como si no hubiesen tenido ningún protagonismo en nuestras vidas: ¡Cuántos de nosotros llevamos su nombre como signo de continuidad y de gratitud!

Aquí mi versión de la Caperucita roja:

Esta era una niña pequeñita a la que todo el mundo conocía como “Caperucita Roja” porque siempre llevaba una capa roja sobre sus hombros como la de Súperman, y aunque también tenía poderes, éstos sí que eran sobrenaturales, obedecían solo al amor y la misericordia. La bondad de Caperucita se hacía presente en cada instante de su vida.

Un día, su madre le pidió que llevase unos pasteles a su abuela que vivía al otro lado del bosque, recomendándole que no se entretuviese por el camino, pues cruzarlo era muy peligroso, ya que siempre andaba acechando por allí un lobo.

Caperucita Roja recogió el canasto con los pastelillos y se puso en camino. La niña tenía que atravesar la montaña para llegar a casa de la Abuelita, pero no le daba miedo porque iba confiada, por eso no temía ni al más feroz de los animales . Cada animal por donde ella pasaba la saludaba con cariño. Así las ardillas, los pájaros…

De repente vio al lobo, que era enorme, delante de ella.

– ¿A dónde vas, niña?- le preguntó el lobo con su áspera voz.

– A casa de mi Abuelita- le dijo Caperucita.

– ¿Tu abuelita vive aquí solita ?- preguntó el lobo dándose media vuelta.

-Sí- contesto caperucita-

Y se puso a recoger flores mientras el lobo le ayudaba – De pronto se le ocurrió una gran idea y se la comentó :

-Señor Lobo, porqué no me ayuda a llevar a mi abuela a la casa donde vivo con mis padres, ahí podría estar mejor atendida, no estaría solita y compartiría con nosotros, los últimos años que le queden de vida.

El lobo le contestó- yo pensaba comerme a tu abuelita, pero tienes razón, yo también voy a llegar a viejo y no me gustaría que la soledad me comiera a mi.

El lobo y Caperucita se dirigieron a la casa de la Abuelita y se dispusieron a embalar todas sus cosas .

La niña y el Lobo se acercaron a la cama y vieron que la abuela estaba descansando y le notaron otra expresión en su cara, así que le preguntaron:

– Abuelita, abuelita, ¡qué ojos más grandes tienes!

– No quiero dejar de mirarte hijita a ti y a este lobo bondadoso- dijo la abuela.

– Abuelita, abuelita, ¡qué orejas más grandes tienes!

– Son para escuchar mejor lo que están conversando ustedes dos, me han conmovido con su empatía hacia mí.

-Abuelita, Abuelita ¡Qué sonrisa tan grande tienes¡

– Es por lo emocionada que estoy, a partir de hoy ya no tendré miedo por las noches, tendré el calor que necesito, el de mi familia, podré verte crecer y compartir contigo toda tu vida como lo hice con tu mamá, y podré enviar a este buen lobo al bosque por flores y frutos para prepararte la mermelada que tanto te gusta. Podré ayudar a tu mamá con los quehaceres de la casa y abrazarla cuando esté triste.

– Abuelita, abuelita, ¡que brazos tan largos tienes!

– Son para abrazarlos mejor-

Y diciendo esto, el lobo se abalanzó sobre la abuelita y la abrazo junto a Caperucita.

Mientras tanto, la mamá de caperucita se había quedado preocupada y creyendo adivinar las “intenciones del lobo”, decidió echar un vistazo a ver si todo iba bien en la casa de la abuelita. Se sorprendió al ver que todas sus pertenencias estaban recogidas y que Caperucita y el lobo compartían contentos con la abuelita.

Días más tarde, en la casa de Caperucita compartían la mesa, caperucita, la abuelita, la mama y el invitado de honor “El lobo”. Caperucita hacía está oración: Gracias señor por estos alimentos, bendice al señor lobo que los trajo del bosque y las manos de mi abuelita y mi mamá que juntas los prepararon, Amén.

Y así transcurrió el tiempo y ya Caperucita y su abuelita, no sufrieron más por estar separadas, la mamá de Caperucita Roja había aprendido la lección. Prometió a la Abuelita que mientras viviera no se separaría nunca de ella, le pidió perdón por haberla dejado solita en esa casa en medio del Bosque, que aunque tenía todas las comodidades, no tenia lo principal, la cercanía de la familia y la posibilidad de compartir con ellos el día a día. Entendió que los seres humanos somos los únicos que tenemos la capacidad de documentar el pasado, que podemos contar lo vivido, y que eso, los que mejor lo saben hacer, son los abuelitos.

Desde la llegada de la abuelita a la casa con el resto de la familia, Caperucita Roja, no tuvo que utilizar más su Capa , así que comenzaron a llamarla por su nombre…el mismo de su abuelita, que gracias a esta versión ahora todos sabemos como se llamaba.

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