Entra en el edificio rápido e incrédulo, desesperado busca en el tablón el nombre que no quiere encontrar.

– A ver, a ver, Manuel Rodrig…no, no, Dolo..no, Loli Caballero: velatorio 7 ¡Mierda! El silencio se rompe con su grito inesperado.

Quiere negarlo pero lee el nombre bien claro con los dos apellidos, tres veces lo ha leído, se dirige a la sala donde está Loli, al entrar la atmósfera es extraña, el ataúd presente al fondo de la sala. Mira a su alrededor y ve dos partes diferenciadas, a la derecha la gente del pueblo vestidos de funeral, a la izquierda los amigos y familiares que han hecho caso de su deseo, van de primavera como en el poema de Lorca, celebrando la vida vivida; después del primer impacto visual decide acercarse a verla, la han maquillado, labios carmesí, pómulos sonrosados, cabello engominado hacia atrás.

Está más guapa que nunca -piensa- aunque no le han puesto el vestido con el que pidió ser amortajada, lleva una simple sábana blanca.

Se coloca al final, observa a su única hermana viva que lleva el vestido elegido por Loli para mortaja, imagina que no han querido vestirla y ella se lo ha puesto en su honor. Loli estaría muy orgullosa, piensa.

Delante una pareja cuchichea sobre la inesperada muerte y se entera así que estaba jugando al Mus con Julián, desde niños su eterna pareja de juego, cuando le dio un infarto y no fueron capaces de recuperarla, mientras Julián lloraba a su lado diciéndole que la amaba, parece que ella se dejó ir con una sonrisa al oír tal declaración de amor.

Su hermana, mira la hora y se dirige al atril junto al ataúd.

– Hola a todos, gracias por venir, gracias por ese homenaje al venir vestidos como ella habia planeado desde niña. Voy a decir unas palabras y si alguien quiere añadir algo más, cuando acabe que se acerque y hable. Perdón si no me expreso bien, soy una simple ama de casa y hablar en público me cuesta.

Mi hermana siempre ha sido una persona triste, pocas veces la hemos visto reír, nunca enamorarse, ha sufrido siempre por mis difuntos padres y por lo que pensarían sobre ella, por no seguir las normas, aún así les respetó hasta que murieron; fue entonces cuando comenzó a vivir, nos reunió y nos dijo que se sentía una mujer que no era Manolin sino Loli, que así deberíamos llamarla desde ese momento, que vestiría como mujer y como mujer quería morir, a sus 60 años se liberó de su esclavitud interna, en el pueblo no la tomaban en serio, ni siquiera su mejor amigo que cada vez que jugaban la partida le obligaba a vestirse de hombre. Julián estuvo presente en su muerte aunque no haya querido estar aquí ahora, sus razones tendrá – mirando hacia la parte del pueblo que asiste y dejando un ligero silencio antes de seguir con sus palabras-hemos aprendido de Loli que no tenemos que juzgar, a no crear roles fijos, a ser tolerantes, a vivir la vida porque no tenemos más que una, que la familia se crea y ahí estáis todos los que vais de colorines. Me parece verla al fondo controlando si su partida está correcta -mientras mira hacia la silla vacía donde está Manolin sentado- Manolin, perdón Loli, ya sabes que aún me costaba llamarte así, niña que tengas un buen viaje.

Él se levanta y una lágrima empieza a desdibujarlo, se desvanece feliz, ellos comienzan su viaje hacia la luz.

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