Ser feliz. ¿Acaso has logrado detenerte en este mundo de golpes, tropiezos y muerte? o sentido el silencio nefasto con fuerte eco de tu voz?.

Todos te cuestionan tu triste y absorbente vida, confiados en que llevas una libre y corriente ráfaga de luz en tu mundo interior. Nadie se detiene y te mira a los ojos, nadie se centra en lo infausto de tu grito, mucho menos en el hecho quebrante de tu voz.

Sólo te hieren y te lastiman, luego vuelven cual niño entrañable en el seno de su madre, olvidando las ofensas y detalles que una vez a ti te causaron dolor. Sí, ¿Qué más da?, cuando tienes tu propia burbuja que te desconecta de tan cruda realidad.

Pasan los días, vuelan las horas y los segundos aceleran su paso, como el eco fugaz de las voces en tu cabeza. ¡Calla!, en ocasiones el silencio no es tu prisionero, tal vez se convierte en el amante eterno de tu desespero, pero incluso así es el sostén de tu interior.

Aún así, cabizbaja con la vista perdida en mis pasos, recorro las calles de esta ciudad, y al tropezarme con alguien sumamente preocupado, abatido o derrotado, le elevo una enorme sonrisa y suelo decir: «¡Hey!¡Qué pasa?, la vida es hermosa, ¡vamos! ¡Sé feliz!.

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