Súplica
No hagas de tu lengua el transporte
de necedades vagas y sombrías.
Que en nefastas palabras no cabrías
aunque hicieras de ellas un deporte.
No conviertas tu mano en la corte.
Ni uses en mi cuerpo tu hombría,
pues con cada golpe mi alma sabría
de silencios nuevos y de gran porte.
No hagas que mi cuerpo llore sangre.
No invadas mi mente de torturas.
Si aunque mi alma sufra y se desangre
mi espíritu recuerda tus ternuras.
Aunque a veces sucumba ante el hambre
de violencia que acosa tus posturas.
Respuesta a la súplica
Las fauces del destino se cerraron
en torno a la vida de mi amada
llevándose en esa encrucijada
el fruto de aquellos que pecaron.
Las lágrimas del cielo se cayeron
cuando el puñal surcó en bajada
arrastrando en esa llamarada
el amor de aquellos que mintieron.
Yo no quise dañar tu bello cuerpo
Pero me arrastró la cruel injuria
opacando con niebla mi intelecto.
E izando con repentina furia
mi mano se engarzó en tu pecho
destruyendo mi camino al cielo.
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