I
Vibro en la antología de los malos profetas.
Soy ese, abandonado por la poética de ángeles encandilados,
un estallido de fugaz luz verde
como un festival chino.
Soy un pulso
que regurgita vocación de alegría
desde las coordenadas de tormenta,
un rayo que se expande
en magentas de asfixia sobre un papel
en que mora tu nombre.
Mi mente se asimila al universo
y se vuelve virtual como un mordisco
vidrioso e implacable
convocado a la devoradura y al primer alarido.
Mi asombro entre tus manos
es una fruta próxima
un documento público que ha firmado el futuro.
Hay algo más allá de este dominio
y es
este difícil arte de ceder a tu boca
esta condición de ceder
que
decidí.
Amañada a la sombra,
metiéndome las uñas en todos los bolsillos,
vas deshelando esta carne animal
hecha piedra en el freezer del cansancio.
Vas friéndola en tu aceite curativo
restregándola con tu pimienta negra
tu canela fecunda
tus ajos vigorosos.
Me veo cocinado en tu mirada,
asado a leña verde,
ahumado en tu lengua y retorcido
como un manjar jugoso
escrito en las hojas de tu parra de Eva de los cuadros.
El más allá es el fondo de tus ojos.
II
Yo te inventaba nombres
porque no sabía cómo llamarte
o tenía miedo de pronunciar tu risa en un rito doméstico
y que vieras mi boca
masticando las letras que no quería nombrar.
Ajena
eras la carne de una cúpula formada con vitrales,
un rezo de mezquita,
un mantra carcelario,
todo lo que simbolizaba la huida en mi costado de doler.
No quería tu nombre entre mis dientes
después de haberlo odiado
porque se me hacía como de azúcar glas
un mar ambiguo
inundándome todas las papilas de la rabia,
entonces
inventaba los nombres que no gustan a nadie
como un juego de niños que se vengan.
Pero tu nombre
ardía funerario en el templo de las cosas amadas por mis nombres
iluminando todo.
Como un día de lluvia con relámpagos
se gritaba a sí mismo
y yo cerraba la boca que no dice
escupiéndote en letras enigmáticas
con sangre y con chirrido.
Tu nombre me mordía como un pálpito
hasta que se hizo el nombre
tu nombre
sólo mío
III
Cuanta borrasca inútil debilita el silencio
mientras crece la luz.
Abajo el mar es un titán que ronca
con su lengua de piedra
y aquí
amanece un espasmo de verde color aire.
Danza un espumarajo de quimeras
y se volatiliza
como si se quemaran, de repente, los pájaros.
Los antojos se escinden y las ensoñaciones
se transforman en cestos con culebras
que morderán las manos del encanto.
Abandonar el pálido deseo por un no vigoroso.
Dejarlo enternecerse como un viejo
que mira jugar nietos en la plaza.
Frenar su mandamiento de pañuelos.
Marcar en tanto mapa la distancia de lo que no será.
Recojo el equipaje de mi boca en unas cuantas letras
y me mudo de lucha,
me mudo de orificio con ratones,
emigro con mi perro como un redondo novio populoso
a la soledad plácida en esta calle de pueblito antiguo
con sus casas de cal
y sus jardines de derrumbes secretos.
Un ángel sin oficio
que surfea sobre sus alas rotas
a ras del mar que siempre lo separa
del Dios que lo ha olvidado en sus promesas.
Alguien le sueña un territorio impune
donde todo es posible por un rato.
Y luego suena el gong.
Vuelve el destino.
IV
Me vuelvo indefectiblemente último
por dentro de este manso desajuste
con sus postergaciones
y sus mitos que duran la eternidad del habla.
Hay tierra entre mis labios
y un escozor me ruge en las axilas
con su humedad viscosa y olorienta
a adrenalinas largas.
Los pies se me hacen huella espanto adentro
y la lengua se enrosca en otro adentro de vociferaciones
y está dentro del corazón la sal que no se llora
y reseca ese adentro como un cuero que se abandonará
tarde o temprano.
No repican las penas sus campanas con lodo
mientras hay luz de viento y tiembla el suelo
como si aconteciera un circo en otra parte.
Sobre mi boca arriba
el cielo rueda azul, laxo, infinito.
V
Descalzo soy un trino ahogado en la piedra,
un trino seductor
un trino amorfo que resbala arenoso y ceniciento.
Descalzo
soy un trino ahogado en un pájaro asfíctico
que se sumerge en sí por la boca del aire
como la mano muerta de un mal viento.
Descalzo
la tierra me posee como si fuera virgen todavía,
y soy un trino muerto
sobre un lecho con alas y crepúsculos,
un enfermo asonoro
que camina dando palos de ciego a las palomas.
Soy un algo que canta en otro idioma.
Descalzo aquí en la arena, ya no existo.
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