Un lluvioso cinco de mayo, de tan solo veintinueve años, Luis regreso del trabajo a su departamento. Caminó hasta las escaleras y antes de subir el primer escalón, escuchó una campanada de reloj. Su corazón se llenó de nostalgia y en su mente comenzó un desfile de recuerdos de su infancia.

La primera campanada le recordó cuando tenia cuatro años y los días de verano que disfruto en casa de sus abuelos. Todos ellos feliz fue jugando con sus primos, pero ninguna noche pudo dormir por culpa de un reloj.

Un día le pregunto a su abuela si lo podían apagar ya que no lo dejaba dormir.  Ella con una dulce sonrisa le contestó – Desde que lo compro mi abuelo, tu tatarabuelo, ese reloj nos recuerda la hora con sus alegres campanadas. Aun que le dejemos de dar cuerda, sonará por al menos tres o cuatro días más. Piensa en su tic tac como arrullo que te canta toda la noche.

Pasaron los días y poco a poco fue durmiendo mejor, pero cuando regreso a su casa el silencio no lo dejo dormir, extrañaba el tic tac del reloj.

La segunda campanada le recordó el regaño que le dio su madre a los seis años cuando a su abuela le preguntó – Abuela, ¿Cuando te mueras me heredas tu reloj?.

– Claro que si – respondió su abuela con su dulce sonrisa.

– Abuela, y ¿Cuando te vas a morir? – preguntó Luis, pero antes que su abuela pudiera contestar, su madre lo regañó.

La tercera campanada le recordó al día que falleció su abuelo, cuando tenia doce años. Lo primero que hizo su abuela regresando a su casa fue, con una lagrima en la mejilla, darle cuerda al reloj.

La cuarta campanada le recordó una tertulia en casa de su abuela, tenia quince años. Uno de sus tíos dijo que él era heredero del reloj, Luis se molestó e inicio la discusión.

– El reloj es de Luis. – interrumpió la abuela y con una sonrisa picara a él le susurró – No desesperes, no falta mucho.

Luis con el corazón roto la abrazo y le dijo – Perdón, te prefiero a ti, que al reloj.

No hubo una quinta campanada y Luis extrañado miro la hora y pensó “Son las cinco, esta retrasado ese reloj”. Y dando un paso recordó que hacia año y medio que no la visitaba. “Reviso mis correos y la voy a visitar” se dijo con firmeza y continuó subiendo las escaleras. En el último descanso vio que dos mujeres lo esperaban afuera de su puerta cargando un pesado bulto. Luis las reconoció, eran las primas que jugaban con él en la casa de sus abuelos.

– ¿Que hacen aquí? – preguntó Luis desconcertado.

– Te lo manda la abuela – dijo una mostrándole el reloj.

– ¿Y la abuela? – preguntó Luis.

– Falleció – la otra contestó.

En ese momento, la quinta campanada sonó.   

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