Tengo dos postales iguales

Tengo dos postales iguales

Juancho Perola

22/04/2014

El minarete de la mezquita Sidi Ben Imam descollaba desde cualquier punto de Trípoli y la tarjeta postal en la que el alminar recortaba su perfil contra un cielo turquesa y se percibía el bullicio de los mercantes al fondo siempre me había hechizado. Era una de las postales elegidas por mi maestro para ilustrar una de las fichas que copiábamos a mano en clase de cultura libia en la escuela italiana en la que cursábamos primaria mis hermanos y yo. Me gustaba tanto esa postal que me las ingenié para dar el cambiazo por otra cualquiera y quedármela.

El 1 de septiembre 1969, al salir al jardín para jugar como cualquier otro sábado, nos dimos de bruces con la realidad: un soldado asomado a la cancela nos hizo un gesto brusco con el fusil señalando hacia la casa mientras gritaba: “¡Iryi’u ilal baitikum!” (“¡Volved a casa!”). Acababa de producirse el golpe de estado del coronel Gadafi.

Aquel curso escolar mi clase quedó reducida a veinte alumnos y todo cambió… a peor. Lo de las fichas manuscritas se debía las ordenanzas del nuevo régimen, que exigieron ese año estudiar historia y geografía local pero no habían previsto un libro de texto a tal efecto.

Llevábamos seis años viviendo felizmente en Libia, donde mi padre trabajaba para una empresa americana de ingeniería con sede en Trípoli. Su trabajo le obligaba a volar con cierta periodicidad a Marsa Brega, donde estaban los campos petrolíferos y refinerías, a unos 800 km al este de la capital.

Ese último curso tras el golpe todo ocurrió muy rápidamente. Hubo un goteo de compañeros que desaparecían de la noche a la mañana porque regresaban con sus familias a Italia. Muchos italianos se marcharon asustados por el fundamentalismo de Gadafi y muchos otros por ser profesionales liberales que se habían quedado sin clientes. Nosotros aguantamos hasta mayo: acabó precipitadamente el curso y regresamos a España.

Mi padre se tuvo que quedar porque aún tenía pendiente un viaje de trabajo a Marsa Brega para cerrar un proyecto. Ese fue su último vuelo: estando ya nosotros en Madrid llamaron a la puerta un día y era el cartero que traía un telegrama dirigido a mi madre:

Lamentamos comunicarle fallecimiento de su marido en vuelo Brega-Trípoli estrellado en el desierto.

Pocos días después, mis abuelos recibieron una postal de mi padre en la que escribía:

Debido al calor y a que he venido ayer del desierto, no he podido escribir antes. Estamos todos bien. Ya escribiré más despacio. Como veréis, ya me hacen fotos y salgo en las postales. Un abrazo.

José Luis

Era la misma postal que yo había escamoteado en clase. Efectivamente, mirando más detenidamente vi a mi padre, inmortalizado, con el sol iluminándole la cara de perfil en un instante en el que miraba a la derecha. Probablemente se reconoció en aquella postal cuando la compró en el aeropuerto para mandar un recordatorio a sus padres. Yo lo supe mucho antes que él, pero no conscientemente.

FINPicCollage.jpg

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS

comments powered by Disqus