Eterno y fugaz instante

Eterno y fugaz instante

Marina Martín

22/04/2014

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Ese fugaz instante en el que apoyado contra la rojiza pared de ladrillo, frente a los helechos del jardín, te dejas llevar por los agudos gemidos de placer del viento al presenciar el sexual encuentro entre tierra y cielo. La lluvia invade cada rincón de tu cuerpo fundiéndote con el empapado paisaje. Te pierdes en ese todo unido por el agua. De repente esa belleza gris y verde que te rodea se ve alterada por los rayos del sol que, descubriéndose entre las nubes, irrumpen con fuerza en la escena. La intrusa luz da fin al íntimo encuentro entre cielo y tierra para transformarlo en una intensa orgía de colores. Juego de luces y sombras reflejadas en tu mirada. El corazón se acelera, olvidas dónde estás, quién eres. No hay palabras, ni un solo pensamiento, únicamente la excitada piel de tu cuerpo puede delatar lo que estás sintiendo.

Existen innumerables maneras de describirlo, pero la mayoría sabéis de qué instante hablo. Algunos se pasan la vida acelerados, corriendo de un lado a otro como barcos a la deriva sin pararse a sentir la vida. Otros se detienen con la vista fija en el horizonte sin ser conscientes de que si no desvían la mirada no serán capaces de ver lo que les rodea. Sumergidos en sueños, esperanzas, pesadillas, nos perdemos en nosotros mismos, en la monotonía de una vida organizada por la instintiva racionalidad de la que alardeamos. Pero es en ese momento, ese preciso instante en el que la luz nos abofetea con su cálida palma, cuando nos olvidamos de nosotros mismos y podemos ser conscientes de todo lo que siempre ha estado y está junto a nosotros, componiendo la banda sonora de la existencia.

Era la primera vez para Luis. Su primer contacto con ese danzante desierto de curvas azules y verdes. Absorto en su mental cárcel no parecía percibir junto a él la presencia de la mujer recientemente convertida en su esposa. Aparentemente serio, se preguntaba cómo sería una vida junto al mar, cambiando el humo de la ciudad por esa húmeda brisa, las palomas por gaviotas,  el frio de la sombras de los edificios por el calor del sol brillando al amanecer. Luis bajaba la mirada mientras fruncía el ceño, cada vez más agobiado por la idea de volver al asfixiante ambiente de la ciudad. Decepcionado por la deprimente visión de su futuro cercano se dio la vuelta y comenzó a andar una vez más hacia la civilización. “Sólo un minuto más”, escuchó la calmada voz de su esposa a sus espaldas. Luis se dio la vuelta clavando su mirada en la perfecta imperfección del perfil de la mujer y fue consciente. Era la primera vez para Luis, ese primer fugaz instante en el que la realidad se transforma bañada por la claridad y eres consciente de la belleza del mundo que sólo el ser humano puede apreciar. Luis caminó hacia Avelina siendo consciente y se situó junto a ella por “primera vez” y para siempre. 

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