Fue un día de invierno de principios del 1900, en Moncrivello, cerquita de los Alpes, allá, en el Piamonte: durante la noche, la nieve había cambiado el paisaje. El frío fue, también, reflejo de las almas.
En el pequeño comedor los rostros estaban tensos. El celeste de los ojos fue opacado por la niebla de las lágrimas.
Todos pertenecían a las montañas y a los valles y eran el reflejo de montañas y valles: Duros, generosos, resistentes.
No fue una mañana cualquiera: Bernardo bromeando y Emilio reclamando el espíritu festivo de su hermano. No fue una mañana cualquiera donde Don Juan Bautista, el padre, con la mirada o un golpe en la mesa repondría el orden. Fue una difícil y fría madrugada de invierno piamontés; donde el cielo, cargado y oscuro presagiaba, informaba, concluía que la decisión estaba tomada…Conclusión de semanas de discusiones, distanciamientos, reconciliaciones, sollozos en rincones apartados y en penumbras… Largas noches de insomnio.
La Mamma, doña Ursula Cerutti, no se resignaba a dejar partir a su hijo, a perderlo y lo defendió como una loba a su lobezno…
Así se llegó, estimado lector a aquel día: ya se avizoraba la guerra, la miseria avanzaba rápidamente y hacía estragos en Italia.
Las pocas pertenencias que llevaría (“…lo mínimo para evitar a los delincuentes…”) entraban en una pequeña maleta que esperaba, cansina, junto a la silla de José Ladetto, el tren que partiría en 1 hora, más o menos.
Unos 20 años antes, su tío, Francesco Ladetto había tomado rumbo a “las américas” y había recalado en un pequeño pueblito del norte de Argentina llamado Tucumán, donde la vida y el paisaje traían lejanos sabores de su Piamonte natal. José tomaría la misma ruta en tan solo instantes… ¡Solo Dios sabía si se volverían a ver!.
José fue siempre el aventurero, el andariego. José fue la piedra que, junto a la mamma y a Don Juan Bautista, sostenían la familia.
– Hijo, por favor, cuídate mucho. Ten un abrigo a mano. Desconfía, desconfía de todo que ya tendrás tiempo para confiar… ¿Tenés la dirección del Francesco a mano?… Saca solo el sencillo que vas a utilizar y del resto nadie debe saber. Cuando más apariencia de pobre es mejor. No gastes de más. Y escribe, hijo, por favor escribe. Moriré si no tengo noticias tuyas… El Francesco te ayudará cuando llegues allá. El ya sabe que sales hoy. La mamma, se volvió, mirando las llamas del hogar, de espaldas a la realidad, para que nadie la viera sollozar.
¡No lo había parido para perderlo!.
¡Lo había parido para tenerlo cerca, bajo el ala!
En casa quedaron sus hermanos: Félix (mi abuelo), Emilio, Magdalena, María, Francesco y Bernardo, los que, en silencio, acompañaron la escena.
Finalmente interminables abrazos, besos, algún suspiro y las lágrimas de la mamma indicaron que José partía… En Moncrivello, el frío calaba profundo, hasta el alma.
Fin.
LA PARTIDA: INVIERNO EN MONCRIVELLO
LA LLEGADA: ARGENTINA
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