Palitroques y bollos caducados

Palitroques y bollos caducados

Es extraño buscar algo en la mirada de la gente, sobretodo cuando evitan mirarte, la mueca de asco no se la quita nadie, pero eso ya no puedo remediarlo. Aquella de ahí sentada junto a la ventana se coloca el bolso sobre las piernas ¿En serio cree que no la veo? Y esos chicos que bromean y comentan entre ellos que me parezco a John Lennon… si supieran que tengo su edad, si supieran que hasta hace un par de años yo también cogía el mismo tren con mis colegas, iba de «farra» como lo llaman ahora, había chicas…

Termino de recorrer el segundo vagón y me bajo con 20 céntimos en la mano, el día está flojo, la gente va dormida y antes que yo han subido quince más, contando las mismas penurias, que si no tengo que comer, que si la casa me la embargaron, que si les canto algo para animarlos en el viaje. Yo no canto, no porque me de vergüenza pero la última vez que lo hice por poco y me bajan del tren. Tampoco cuento toda mi vida porque si lo hago al terminar hemos llegado a la siguiente estación y se ha bajado casi todo el mundo. Depende el ánimo que tenga ese día me lanzo con una poesía, hago alguna gracia. Te terminas acostumbrando.

Peor lo tiene Raúl, que con 15 años a su familia y a él los desahuciaron y en la lucha que hubo entre medias a su padre le dio un infarto y ahí se quedó, ahora hace malabares para sacar a su familia adelante, y no es broma, no sé de dónde sacó los palitroques ni quien le enseñó pero lo hace de puta madre. Si no fuera por la Paca no sé qué haríamos. Con su andar de pato y ese culo que se bambolea de un lado a otro cuando camina, dice que en otro tiempo fue puta, perdón, «Profesional del amor» como las llama ella, y de las buenas. Cada mañana nos trae una bolsa de bollos caducados que saca del contenedor del supermercado y mientras desayunamos nos cuenta alguna historia graciosa de cuando trabajaba. Las risas que nos echamos cuando nos habla de aquel abuelo que se había tomado dos viagras y ya estaba bien dispuesto el viejito cuando la Paca se da cuenta de que le ha venido la regla y como ella es tan pulcra le propone devolverle sus 30 euros (precio pensionista), al final lo solucionan todo con una mamada y a mitad de precio.

Siempre nos contamos nuestros sueños, el mío un buen baño, una hora sumergido en la bañera quitándome toda la roña, porque si los inviernos son duros no te puedes imaginar los veranos con estos pelos y la ropa mugrienta. Pequeñas cosas que nos harían tan felices.

La Paca siempre dice que con cada cambio de partido prometen más ayudas pero que ella ya lleva tres y piensa que dentro de poco incluso a nosotros buscarán que meternos el IVA. Muchos culpan a los políticos, otros a las pocas ayudas que hay, no falta quien dice que es por los extranjeros. Yo que sé, lo que sí tengo claro es que lo único que tengo de valor es esta pequeña familia que nunca agacha la mirada cuando me acerco.

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