Estaba tumbada sobre su chaqueta bajo una noche estrellada de primavera, con los pies a remojo. Ya había dejado de llover. Y él al besarla y acariciarla por debajo de la falda, hizo estallar en ella todas las constelaciones del universo que había entre sus piernas. Fue en ese momento cuando entendió que Patricia era de agua. Y lo supo, porque todo el mar que ahora mojaba sus pies, recorrió su mano cuando la tocó.

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