Aquel niño extraño

Aquel niño extraño

Día 20 de Julio de 1999, sonrío mirando a mi madre, pero mi mirada esconde una historia.

Es la primera vez que sentí que el niño que se sentaba a mi lado sería mi hermano para siempre.

Todo empezó un año atrás, mi madre parecía volver a sonreír, no entendía por qué hasta que me presentó a un amigo, pasaron los meses y el amigo se volvió novio.

Nos vimos mudándonos a una casa preciosa donde había un cuatro para mí y otro para el niño que vivía allí. No podía parar de pensar si mi padre encontraría ese lugar, o implicaría perderle con mi casa, por suerte si supo. Así que ahí me tenéis entrando en una casa desconocida, a la que tendría que llamar hogar.

Aquel niño ni me miraba, siempre en silencio o contestaba tímidamente a lo que se le decía. ¿no le caía bien? No me atrevía a pedirle que jugara conmigo, así que, yo también guardaba silencio y me refugiaba en los brazos de mi madre. Intentaron que se sintiera más cómodo y adoptaron a una perrita que se parecía a una que un día le gustó, Luna. Ella hizo honor a su nombre, siempre orbitaba entorno a mi madre. No consiguió sacarle demasiadas sonrisas a aquel niño extraño.

Una mañana de julio, oí a mi madre gritar nuestros nombres desde el pie de la escalera. Bajamos con la alegría que se tiene en los meses de vacaciones. No podía ser, ¿Qué era eso? ¿2 gatas? ¿hermanas? ¿para nosotros?Y entonces, por fin me miró, estaba tan desconcertado como yo. Al instante ambos sabíamos cual sería la nuestra. La euforia del momento hizo que ese niño rompiera a hablar y pensamos, bueno, discutimos por los nombres. Él quería que fueran como las tenistas Venus y Serena. Yo, solo quería poder cantarle una nana para dormir. La suya Venus, la mía Inés.

Propuse como buena fanática de los bebés, hacerles unas cunitas. Nos pusimos manos a la obra, cajas de cartón, muñecos, y por supuesto, me puse en busca de la manta perfecta del Baby Born para ellas. La mejor sería para la mía, pero si, le deje una al niño cada vez menos extraño.

Empezamos a sonreír, en aquel entonces solo éramos dos niños unidos por el amor a los animales. Quizá, mi madre vio lo que se forjó aquel día y no pudo mas que fotografiar.

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