Recordando a “La Rubia”, puta, servidora pública y una inmensa mujer.

Recordando a “La Rubia”, puta, servidora pública y una inmensa mujer.

I

No siempre se ve lo mismo. La primera vez que me mostraron la fotografía de “La Rubia” vi lo que me dijeron que viera: una puta. Y durante años fue la foto de la puta esa, sin nombre y sin apellido. «Porque no se lo merece» – decía Don Esteban Rubio, mi bisabuelo fascista que coleccionaba botellas de vino vacías y fotografías -.

La segunda vez que vi la fotografía de «La Rubia» – no porque lo fuera sino porque así la llamaban en las Ramblas de Barcelona – seguía siendo puta, pero también servidora pública. Y no porque entonces se reconociera la prostitución como un servicio público sino porque «La Rubia» – según contaba Don Esteban – por el día quitaba el polvo y por la noche los echaba. Mi tía abuela trabajaba en el Ministerio de Salud Pública limpiando despachos.

Y como incluso las putas merecen que se las vea por tercera vez en una fotografía, para esa ocasión decidí trasladarme a Barcelona, capital de un país limítrofe con España, y conocer algo más de esta mujer.

En unas breves líneas no es posible narrar todo lo que averigüé. Sí decir que conocí a mi familia Rubia en femenino, pues así es como se apellidan allí debido a que mi tía abuela no quiso enfrentarse con Don Estaban, que era fascista y muy bruto, y decidió registrar a sus dos hijos varones con el apellido Rubia. Y como no había padres reconocidos, se pudo conservar el apellido.

También averigüé que era una mujer muy respetada en su gremio al haber impulsado un sindicato de prostitutas. «La Rubia», aprovechando su segundo trabajo en el Ministerio de Salud Pública, obtuvo atención médica gratuita para sus compañeras y preservativos que recibía de una organización humanitaria ucraniana.

El sindicato que ella fundó tenía como siglas tres letras: SPB. Esto creaba cierta confusión con el SPB, que era el Sindicato de Policías de Barcelona. Después de cordiales negociaciones – aun sabiendo todos que el sindicato de prostitutas era más antiguo – las mujeres accedieron a añadir una letra y el SPB se convirtió en SPPB. Así se superó el conflicto con los compañeros con quienes compartían calles y noches, y de paso comunicaban al mundo que eran muchas.

Esta actividad sindical, y no que fuera puta, es lo que más molestaba a Don Esteban. «No solo es puta sino también comunista», murmuraba a veces con una lágrima fascista en los ojos. Pero le gustara o no, su hija era muy querida en Barcelona y mientras que para mi bisabuelo la llegada de la democracia le supuso perder la estatua que reconocía los servicios prestados al dictador, «La Rubia» – que murió joven debido a las complicaciones de una alergia al polvo que quitaba en el Ministerio – recibió un multitudinario homenaje y tiene una placa en la misma Rambla de Barcelona donde cada 28 de diciembre – que es la fecha cuando se celebra en esta ciudad el día Internacional de las prostitutas – las mujeres catalanas se reúnen para recordar a «La Rubia», mi tía abuela que fue puta, servidora pública y una inmensa mujer.

II

Atento Rubia ganó su apellido por insistencia y el nombre lo recibió en la calle, pues no fue bautizado al hacerse pis en la pila bautismal. «Hijo de puta y anarquista», gritó en castellano con acento alemán el padre Engels, uno de los curas que vino a Barcelona con el cometido de bautizar a los hijos de madres solteras. «Si no les entró Dios por donde debiera, lo haremos nosotros por la cabeza» – dijo el padre Ricardo a su colega Engels cuando firmaron el convenio -.

La iglesia no reconocía a los hijos nacidos fuera del matrimonio (ahora tampoco y no importa), pero después de la guerra había tantos que decidieron poner remedio y hacer un apaño o excepción, que dijeron los obispos. En su mayor parte estos niños nacieron al calor del combate, pues entonces era costumbre que los soldados – cuando ocupaban poblaciones enemigas – desahogaran con las mujeres la tensión acumulada en el combate (ahora también sucede e importa un poco).

Atento Rubia fue de esos niños nacidos de madre vencida y padre vencedor. Por eso – y porque además la madre murió de tristeza y rabia (ahora lo llaman depresión autodestructiva o similar) – al niño lo eligieron para el operativo bautismal. Fue aquí cuando sucedió lo del pis y el padre Engels. El muchachito salió corriendo de la Iglesia y en su prisa casi es atropellado por el camión de la basura. «Te deberías llamar atento», gritó el chófer del camión y con ese nombre se quedó. El apellido, como hemos dicho, le llegó por insistencia.

Cerca de donde solía callejear Atento sin apellido, estaba el hostal “La bondadosa”. Allí ejercía mi tía abuela La Rubia uno de sus trabajos. Atento y la Rubia se conocían y se saludaban. Y tantas veces le preguntó mi tía abuela por su apellido como las mismas tantas Atento insistió en que no tenía. El muchachito le hizo gracia y como donde pasan hambre tres la pasan cuatro, tía Rubia se lo llevó a su casa donde creció con los que serían sus dos hermanos.

Con el tiempo Atento, que desarrolló la virtud de su nombre, abrió la primera empresa de reparto en bicicleta de preservativos. Sus clientas eran las compañeras de su madre. «Atentamente hasta su esquina», llamó a su empresa este atento muchacho que recibió el nombre de un basurero y el apellido de una prostituta.

Que las diosas les bendiga y guarde donde quiera que fueran.

Tomás Rubio

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS