Nadie podrá decir que Tony no tiene sensibilidad. El hijo de puta solo daña a los gatos. A los gatos negros. Dice que su madre, quien murió hace ya unos doce años, le comentó que esos asquerosos animales son obra del Diablo y servidores de Brujas y Demonios. En fin, lo convenció de pequeño y le indujo a maltratar y si es posible, torturar a estos mininos, cuyo único pecado es haber nacido de color. Su hermanastro Toto, tiene cinco años y retraso mental, se babea y en ocasiones, cuando no puede mantenerse en pie, se arrastra como una babosa. Esto le divierte también a Tony, es entonces cuando su padre, Ramón, se junta con él y ambos, mueren de risa viendo el pequeño intentar erguirse. Al parecer, el único que le acerca un poco de ternura a Toto, es el gatito de la vecina, Mary. De color gris. Se acerca y lo arrulla y refriega su cuerpecito contra su nariz, haciéndolo reir torpemente. Por momentos parece incluso, que hablan. Se miran, uno, con sus ojos perdidos en su deficiencia y el otro, con esa indescifrable mirada de los gatos.

Lo que nunca supo Tony, acerca de los felinos, es aquella misteriosa leyenda que dice que no debes tener cerca de tu boca, la boca de un gato respirándote. Porque de aquella manera, se llevan, con su aliento, el tuyo. Toto nunca lo sabría tampoco, porque nunca entendería nada del mundo real y al parecer a él, aquello no le afectaba. Hasta que su maldito hermano, colgó al gatito de Mary del tapial lindero, con una alambre de púas. Allí estuvo el minino un día entero, agonizando y desangrándose de a poco, mientras Toto aullaba de dolor viéndolo morir y oyendo sin entender, las carcajadas de Tony y de su padre…

Son las doce de la noche. El maldito viejo y su maldito hijo, duermen. Uno borracho y semidesnudo, sobre el sofá del living. El otro, tirado boca arriba con una revista de fotos pornográficas abierta en su pecho, lascivamente manoseada sus páginas. La figura pequeñita entra sigilosamente al cuarto y besa suave y largamente la boca del dormido hermanastro, luego sale y hace lo mismo con el borrachín. Ambos ni se enteran.

Toto sonríe mientras desentierra al michifuz que quedó semitapado en el patio de la casa. Lo alza y lo arrulla. Al día siguiente, Mary llega hasta el lugar, buscando su animalito y le sorprende ver al niño como si estuviese milagrosamente recuperado de su deficiencia. Este la mira y pronuncia el nombre del gato muerto, ofreciéndoselo para que lo sostenga en sus brazos. Horrorizada, la jovencita ingresa a la casa a comunicarles a sus familiares este inexplicable milagro…Pero solo encuentra dos cadáveres, con los ojos desmesuradamente abiertos, mirando hacia la nada y con un hilo de baba cayéndoles del costado de sus labios morados.

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