Hotel Topeco o el burdelito del pueblo. El secreto del saxofonista gozón Parte II

Hotel Topeco o el burdelito del pueblo. El secreto del saxofonista gozón Parte II

Maria Mas Herrera

21/02/2020

Narra la gata Nikita otra vez…

Y el secreto del saxofonista gozón Parte II


La abuela lo dijo en la sala, frente a todos: Ninguno viajaría de noche por los consabidos peligros de la autopista principal… No hay necesidad, con tanta cama suelta por Turmero… No señor, ni en sueños… Alega, rotundamente, sin dar espacio a la negativa, pues hay mucho que cotillar por estas paredes, demasiadas anécdotas sin terminar e informaciones anudadas en los auriculares telefónicos que, necesariamente, hay que desenredar en esta acalorada noche de estrellitas aragueñas. Enfatiza con su mirada picarona que la cena se hará en la Casona y pernotaran en el hotel familiar, ubicado en una vieja estructura que ella hubo entregado, años atrás, a los hijos de Juanita la planchadora, como gratificación por los años de servicio para que lo administraran y vivieran de sus grandes utilidades, siempre y cuando no le cambiaran el nombre: Hotel Topeco, para que tenga un buen sueño, ambiente familiar.

Es, entonces, cuando el aire entibiado de la recién estrenada noche se torna, más bien gélido, helados mis bigotes se erizan como resortes estirados, pues se tensan ante el conflicto humano. Es un don felino connatural con la estrategia de supervivencia. Mariana agacha la cabeza cerrando los ojos… Ese gesto ya no me gusta. Aquí pasa algo malo, por no decir malísimo… La Nana intenta llamar a la abuela aparte para susurrarle algunas palabras a la discreción del lóbulo auditivo, como sólamente ella sabe hacer, pero no logra que Doña Catalina le de crédito, ni le haga ningún caso…

La vieja es un comando en combate en este momento. ¡Seguro que se avecina sampablera de la buena!… y después de tanta seña, la familia comprende lo que sucede con Doña Catalina. La octogenaria está desinformada acerca del panorama hotelero familiar de último minuto… Ésto, se pone candente…, pienso yo…, noche larga y muy movida por el centro de Turmero. Preparen las garras pues seguro que la visita termina en trifulca y en carreras hasta la plaza. ¡Otra vez tú, mi general Mariño, con tu mirada de estatua rancia siendo testigo silente de tanta trapisonda revoluchenca y oligarca a la vez!

Todos brindan con jugo de papelón y doña Catalina da la orden de partida para que los turistas dejasen el equipaje y tomasen un descanso antes de la cena y del Santo Rosario. ¡Ay papá!… Aquí viene la tangana, digo yo. Estoy cansada de revisar esa pocilga donde llevan a las ricas del Country caraqueño, acompañada del peludo Alcántara. Es allí donde cazamos ratas, ratones, ratoncitos, murciélagos, culebritas, lagartijas de todos los tamaños y demás bichos. Hay abolengo pero de alimañas tropicales. Hasta un murciélago me comí en estos días de escasez de galletas gatuneras. El hotelito de la abuela es, realmente, la proveeduría de cuantas fétidos bichitos existen por el centro del Municipio Santiago Mariño. Pero me da la impresión que ella, precisamente, es la única que no lo sabe. ¿Qué pasó?…; ¿quizás se confió? Creyó en las palabras de la Juanita…; de Ramón Vudú…y que esto… y que aquello. Ahora, sí nota algo que no le gusta, armará la bullaranga…

La abuela Catalina escoltada por todos nosotros, incluyendo la perra faldera infernal de la Fifi que siempre va en brazos de alguien como una impedida, cruza la calle, doblamos a la derecha y con cincuenta y dos pasos humanos transitados, nos paramos frente a la puerta de aquel majunche y maloliente lugar. El rostro de todos los acompañantes se convierte en un poema terrorífico. La devastación hecha infraestructura…, parece que estamos en el castillo del Conde Dracula, o de Frankeisten después que murió el doctor y lo expropiaron los campesinos de la zona… Nueva versión revolucionaria de la historia de Mary Shelley, versión made in Aragua, tierra novel en la ranchería criolla. La crónica del terror se repite siempre, sólo cambian los personajillos.

Adentro del establecimiento, sucio y deterioro, techos mohosos, tejidos de telarañas que bordan muebles arcaicos y empolvados por años, con el hollín del camino. Entramos todos como tropa miliciana, con la abuela en la vanguardia hasta el pequeño recibidor que se halla cercado por un mostrador rayado y decrépitamente recaído de un costado. ¡Luego lo peor!… ¡hay Dios! Unas mujeres medio desnudas corren por los rincones y hasta hay una de ellas…, una mulata espigada que saluda de ladito a Ramón Vudú, quien trémulo y cabizbajo, responde escondido detrás de la mata de granada de la puerta principal. ¡Vagabundo! Él, pasa casi todas las noches por este antro de ratones y se contornea con las chicas más jovencitas… Ninguna le cobra nada y hasta existe una de ellas que le sopla el saxofón. Yo lo he visto todo…, con estos esmeraldinos ojos felinos.

Es, entonces, cuando doña Catalina convulsiona de rabia… Chillidos, alaridos anegan el recinto, la casa, la plaza, todo el pueblo. La vieja se descompone y transmuta roja de la rabia y la indignación… ¿Quizás la vergüenza ante las tías de Caracas?…, patalea contra el suelo como si odiara el piso… ¡Pide explicaciones a grito limpio! Saca el teléfono, llama a Damián y en menos de un segundo el antro queda acordonado por la policía… A patadas y esposados desalojan todo…Yo me escondo sobre un terraplén…No quiero problemas con la justicia, ni con la abuela, menos con Damián… Ellos juntos son la furia de Boves el innombrable realista asturiano…

Esto sigue hasta la 3…. que fastidio!

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS