El Burdelito del pueblo. La vida y trapisondas de la familia Guasare Herrera

El Burdelito del pueblo. La vida y trapisondas de la familia Guasare Herrera

Maria Mas Herrera

21/02/2020

Hotel Topeco o el burdelito del pueblo. El secreto del saxofonista gozón. (Parte I)

Narra la gata Nikita, con angustia en el corazón

Tun. Retumba la aldaba con cara de Maracaya del portalón de la casona que da a la calle principal. Hay miraderas, se hacen interrogatorios mentales… ¿Quién será?. No son horas para visitas y menos en casa de gente honorable como nosotros, los Guasare Herrera Herrera, del pueblo caliente y humedo de Turmero, gloriosa capital del Municipio Santiago Mariño, en Venezuela. ¿Quién es, quién será, quiénes son, qué quieren, qué querrán a estas horas por este viejo portalón? Hoy, en Aragua el que llama de improvisto mendiga o viene con malas intenciones, atracar, matar, espiar ¡Dios, cuantas preguntas de sopetón! La Nana Kymbisa se santigua, como cada vez que suenan los metales del pontón.

Cada uno de nosotros toma posición dentro de la roñosa casona, asomándonos y revisando la estampa de los forasteros por las distintas mirillas, desde donde se acostumbra inspeccionar el paradero de las calles que cruzan nuestro hogar ¡Nosotros somos los de la esquina, una gran responsabilidad en materia de comunicaciones! Nada, ni nadie, pasa sin que tengamos el control y yo, particularmente, domino la copa de los árboles y los tejados. Esto de ser gata brinda grandes versatilidades posicionales… ¿Qué pasará a estas horas?…

Fifi asoma la trompa fea, blanquecina y peluda por debajo de la puerta, latiendo sus horrendos ladridos de siempre. La abuela levanta la cortinilla del balconcillo de su cuarto, saca el calidoscopio antiguo del abuelo y agudiza el ojo a través del blanco liencillo. Otro tanto hace la doctora Mariana Guasare desde su estudio, en la primera planta, sólo que ésta, se erige a través del vidrio ahumado de su despacho para divisar toda la esquina como general en combate. La niña Frescolita disminuye el volumen musical de su aparato para saber que pasa en la casona y la Nana Kymbisa apaga el televisor, a pesar que era la hora de la comedia…, hora sagrada en su vida, tanto como el del rezo a sus dioses Yorubás. Susana Clorofila sale desde lo profundo de un matorral del solar donde corta Hierba Buena para sus pócimas naturalistas, jarabes y potingues que usa en la tienda y; finalmente, Ramón Vudú acuesta su inmenso saxofón sobre la cama y se asoma a la ventana para saber si alguna de sus muchas conquistas lo anda merodeando… El resto de nosotros nos mantenemos en lo nuestro, tanto vivos, como muertos y los de más allá, andan enterrados en los cuartos de la casona ¿haciendo?; ¿quién sabe qué?. Todos en posición.

Yo, por mi parte, me mantengo vigilante desde lo alto del tejado reclinado que linda con la casa de los italianos… Soy como el espía del 007 por estos lares, con licencia para fisgonear y matar. Ni los vecinos chismosos, patéticos que viven y husmean en la casucha del frente controlan, tan militarmente, estos parajes delincuenciales. Y sepan que la susodicha vieja Mirna, la del rancho del frente vive, únicamente, para disfrutar del mal que acontece en los demás vecinillos de por aquí. ¡Claro!, la pobre nunca ha tenido existencia propia… Su padre la ignoró, la madre la abandonó por un borracho que conoció en un botiquín de Charallave y su esposo… ¡Dios, el esposo!… siempre la traicionó obligándola a lo peor. Le imponía hacer de sirvienta frente a sus múltiples amantes… ¡ Es una pobre infeliz! y enredar el mundo ajeno quedó como su refugio. Fue por ello que antes que muriera el viejo le hicieron firmar un documento adueñándose de la casa y expropiando a su hermanastra. Los del frente son ladrones, todos ellos…, todos sin excepción. Un problema de maldad generacional, abuelos, hijas, nietos, bisnietos… Maldad al alcance de los dedos… Más maldad que las de terror de Hollywood.

¡Al fin supimos quien toca la aldaba!. ¡Fiestaaaaaa!; son las tías de Caracas, las finísimas oligarcas del Country Club. ¡Virgen María!, las mantuanas y la godarria Caraqueña presentes en la vieja casona de Turmero. ¡Cuanto honor familiar! Pero la visita sólo significaba una cosa para nuestra familia del buen pueblo: La abuela iba a tirar la casa por la ventana para demostrar…, bueno…, tantas cosas que escuché a la vera de las tertulias nocturnales del zaguán. Que si los verdaderos mantuanos éramos los nacidos en Aragua. ¡Oooooh!, que si la riqueza de los Caraqueños no procedía de herencia proba, sino de negocios raros, como todos los del capitalismo, ventas y comercios de esos burgueses recién vestidos, con la alharaca roja de la conveniencia…; bla, bla, blaaa. Que se yo, tantos episodios y chismes familiares, nunca aceptados por la mayoría, que le he escuchado a la abuela Catalina y al resto de la familia, después de culminado el rezo de la noche, cuando sentados en el zaguán, intimados por el gato azabache del Alcántara, exorcizan sus pecados.

¡Ah!, finalmente, siendo la abuela absolutamente afecta al jolgorio militar y las tías del Country Caraqueño, profundamente oposicionistas, la noche suena muy controversial… Según late, por Caracas, dicen que nosotros los Aragueños somos unos recien vestidos, oportunistas, pueblerinos e ignorantes, por no decir delincuentes…, menosprecio que únicamente, mostraban por la espalda, ¡claro está!. Pero frente a los cacaos militares, generales, almirantes, periodistas; pare usted de contar charreteras, billeteras y personalidades, todos los poderosos del momento, amigos íntimos de la abuela Catalina; las viejas caraqueñas se deshacen en acarameladas risitas hipócritas, de cebolla picona… Nada que ver con la postura ecuménica y radical de la abuela Catalina que no conoce el doble discurso y dice lo que piensa de frente…, con dientes a fuera o a grito limpio. La abuela es como yo, de frente y dando la cara…como el caminante andino envidiado. Je, je, je…cuanta historia patria… ¡Ave María Purísima!…

Este embrollo continuará…

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