JUANITA:

Cuando conocí a mi Juanita si mal no recuerdo corría el año… creo que no lo recuerdo; en esa época yo aún tenía un poco de pelo y 30 kilos menos, era una buena época.

Por ese tiempo impartía clases de matemáticas y cálculo, no ganaba mucho, pero me daba para subsistir decorosamente, pero por encima de eso lo mejor de mi trabajo era el horario, salía temprano y tenía mucho tiempo libre. Los jóvenes no saben apreciar nada, los años vuelan y de repente eres un anciano añorando otros tiempos.

Mi Juanita sí que era especial, nuestra primera cita no fue muy interesante, pero al mismo tiempo me di cuenta de que su compañía la necesitaba; nuestro primer beso por otro lado fue inolvidable, y no por lo lindo, si no por el salvajismo de esa mujer, mordía con una pasión que se convirtió en sangre… pero no me asusté, esa mujer llena de pasión, de ferocidad, me fascinó.

Si que era apasionada, una luchadora inalcanzable, le afectaba mucho la injusticia; no podía quedarse callada, impensable, no podía quedarse quieta, inconcebible. Yo amaba esa pasión, pasión que una vez me la encarceló, pasión que la hizo oponerse a la autoridad incompetente, pasión que la hacía ser ella, ser mi Juanita.

Nuestra vida fue una montaña rusa, pero todas lo son. Hubo momentos hermosos, otros de dificultad, pero ella siempre estaba allí, dispuesta a la batalla. Después de 20 años juntos aun me amaba, me lo demostraba con pequeñas cosas, una sonrisa, un beso inesperado. A los 40 quiero creer que también, seguro recordaba muy bien los regalos con los que la consentía: le llevaba peluches y flores al por mayor.

Siempre fuiste independiente, fuerte, más fuerte que yo.

Se que nunca fuiste “mi Juanita”, eras “tu Juanita”, solo hasta el día de hoy eres mía, porque eres mis recuerdos y mis alegrías de antaño.

Te extraño tanto.

ALBERTO:

Mi Alberto fue mi marido por más de cuarenta años, aún recuerdo cuando era joven y guapo, que diablos te pasó, cuando me fui estabas tan gordo y tan feo.

Cuando lo conocí era un pelagatos mal pagado y con un montón de tiempo libre, y eso era lo peor, siempre quería estar conmigo, no me dejaba respirar el muy animal. Ya deja de llorar por tu juventud viejo ridículo.

La primera cita con él fue bah, ese hombre no tenía ni pizca de originalidad, primera cita y ya me tenía aburrida, no entiendo ni porque volví a salir con él; y eso ni mencionar nuestro primer beso, el degenerado quería agarrarme los pechos, lo mordí para que dejara de estar de mano larga, eras un puerco.

Recuerdo una ocasión, el de la tienda me dio mal el cambio y le puse una chinga por estafador al cabrón, el ridículo de Alberto exigió que me sacaran de la comandancia de policía, que yo era una “presa política”. Los policías le metieron una «calentadita» y bien merecida que la tenía.

Después de 20 años de aguantarlo empezaba de calientote, ya ni se le paraba al ridículo, le daba un beso ahí nomás para que no dijera y me dejara en paz. Ya a los 40 años ya ni eso soportaba, además toda la vida me reclamó un peluche apestoso y lleno de chinches que quien sabe en qué basurero se encontró; esa cosa al primer día le prendí un cerillo. Todavía lo reclama el muy animal, eso y sus flores robadas del jardín de su mamá; mínimo les hubieras puesto un celofán.

Cabrón dependiente.

Por favor ven pronto, te extraño tanto.

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