Le confesé lo que había hecho. Desde siempre deseaba hacerlo; cuando ella me miraba ardía por dentro, cada una de sus caricias me acercaban un paso hacia el abismo.
Espiaba sus movimientos. Cuando salía yo abría su armario, acariciaba sus vestidos. Bajo la ropa interior guardaba papeles, fotos; en una estaba yo veinte años más viejo.
Antes de hacerlo, nunca sospeché que ella también me deseara.
“Tu madre no sería capaz” fueron sus palabras cuando se lo confesé. Entonces le tendí la foto. “Todo queda en familia”, sentenció zumbón.
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