NUESTROS MEJORES MOMENTOS

NUESTROS MEJORES MOMENTOS

MIDAZ

12/02/2020

Esta noche el pensamiento abordo el viejo bus de los recuerdos, aquel que tomábamos con el abuelo en las vacaciones. Ese que jamás recordamos cómo, ni a qué horas, nos llevaba de vuelta a casa.

Nos vi descendiendo a recoger gajos de novios abajo del puente para adornar nuestras casas improvisadas con las tablillas de la fábrica de bloques del tío Rembe. Luego, saltamos por el reborde de la plaza de bolívar para continuar corriendo por la pendiente del barrio el tronco. Al llegar la tarde, nos deslizamos en los barquillos de los racimos de los cocoteros hacia la playa.

Pude percibir el olor de los mangos cubiertos con hojas de matarratón dentro de los jolones que cargaba el pipón, el burro favorito del abuelo. Olía profundamente a anones maduros y la naturaleza se mostraba complacida permitiendo el revoloteo de los azulejos. También note los quinientos atigrillados colgados en el pañó, las únicas granadillas que le vimos a la mata y los pomelos morados que no vimos madurar.

Observé, el cocotero marcado con el nombre de Leonora en donde nos sentábamos a jugar a la escuela, el jardín de margaritas circundado por las multivariadas mariposas, las veraneras, el columpio, los quioscos con sus chinchorros y las botellas de whiskys alrededor. Pude ver la palmera con sus luces intermitentes adornada por tío Alberto, el mismo que nos correteó con la varita de totumo la tarde de nuestra primera pilatuna.

Ahora, se ha ido el tiempo, ya se terminaron las vacaciones; hemos crecido. El polvorín del camino nos ha cubierto un poco de blanco el cabello, y al igual que las noches, muchos se han marchado.

Me despierto ahora, la llamarada del fogón a las cuatro de la mañana se ha extinguido y el olor del café recién colado por abuela se desvaneció como los atardeceres en el horizonte, llenando todo de naranja y grisáceas pinceladas preámbulo del anochecer.

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