El País de la Piel de Toro

Eran las 13,45 del mediodía ya estaba preparándome para la salida, en ese momento vino hacia mí, Jorge, el operario de mantenimiento de los ascensores de la empresa, quería conversación, su trabajo fue realizado con éxito. Se despedía hasta el próximo mes. Cuando se apareció por la finca una mujer de edad, entre sesenta a setenta años, pelo castaño y con mechas tirando a rubio, peinado de peluquería y con nariz aguileña, cara redondita y juvenil para su edad, con abrigo de lana negro, de los llamados tres cuartos. Entró por la puerta de forja acristalada. Comunicándonos que en el piso sexto de la letra H, en la torre izquierda, se encontraba unas chicas encerradas en la terraza sin poder salir de ella, y que avisaran por favor al conserje. Llevando más de quince minutos fuera, era una suerte que la señora se pasará por el patio interior. Como después Mirian la dueña se lo transmitió al bedel. Ante de que Manuel el encargado subiera con las llaves. Llamo por la centralita al piso afectado, verificando y cerciorarse de que no era una farsa alarma. Manuel se fue a la vivienda destinada al fámulo donde se encontraba la caja fuerte destinadas a las llaves de las piso. Su escasa memoria no le permitía recordar la clave, tuvo que echar mano de su inseparable libreta de tapas rojas, donde él anotaba sus apuntes y consultaba a diario sus tareas de mantenimiento y limpieza de la inmueble. Al teclear la clave se acordó de que dos días antes al suceso Miriam le entregó una copia de llaves, sin que él se la pidiera, aclarándose que su uso seria para una emergencia, como la que estaba a punto de realizar. Al tener el juego de llaves, Manuel, se fue a la torre Izquierda, llamó al ascensor que estaba en el cuarto piso parado, espero a que bajara, entró en el habitáculo, no hacía ni un mes que se cambió el viejo por el nuevo, en la botonera pulsó el piso sexto, y subió, en el rellano del piso estaba Jorge, el operario de los ascensores, no quiso marchar sin ante auxiliar a los dueños de la vivienda. Abrimos la puerta brindada, de enfrente se veía por las puertas correderas acristalada, a dos mujeres, las dos embarazadas, Miriam que está a punto de salir de cuenta y otra compañera, con su abdomen más redondeado y poco abultado. Allí estaban las dos mujeres atrapadas en la terraza a la intemperie, menos mal que hoy no hacía mucho frió. Jorge y yo nos sorprendió en verla en tan avanzado estado de gestación, con cara de susto, no parara de darnos las gracia por la eficacia y rapidez, a lo que yo le dije que se la diera a la señora que nos avisó, fue ella, pues por el patio no suelen pasar muchas visitas a esas horas. Miriam se quedó en sus casa y su amiga, bajó con nosotros en el ascensos, y aclarando que ya se le había pasado la hora del aparcamiento regulado en la zona,exponiendo y pidiendo al todopoderoso que Miriam no se pusiera de parto en esa situación tan rocambolesca. Salió tan rápido de la finca urbana sin podernos despedirnos. Días después bajo Mirian y me aclaró, que al salir a la terraza pues Asún, su amiga salió a fumar, y por no dejarla sola, Salí yo también, a cerrar la puerta acristalada, para que no entraran bichos a Salón, y se la cerradura antigua de la puerta, ya no la pudimos abrirla, dándome otra vez la gracias.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS