¡Que mi nacimiento fue un milagro!
Lo escuché decir, mientras crecía.
A mi madre, a la familia, a los amigos.
Prefería huir, cuando mi madre empezaba a contar la misma historia.
Cuando estudiaba artes escénicas, me inscribí en un taller de dramaturgia y pocos meses después, dos señoras mayores entraron a enriquecer las mañanas del taller.
Animé a mi madre a asistir para que ella escribiera su propia historia y no me molestara más a mí, ya que siempre me decía: “tienes que escribir una obra sobre mí”.
Yo con rabia le respondía, que esa historia no era mía.
Los días transcurrieron y el taller con las tres damas, se tornaba mucho más interesante. “El amor exiliado” de una de ellas, a remotos lugares nos llevaba y también sentimientos de impotencia y tristeza aparecían, al escuchar a la otra dama, la historia de abuso de una niña.
Cuando le tocó el turno a mi madre, como siempre, yo quería huir, porque pensaba que esa historia ya de memoria me la sabía. Y así empezó:
“Un intenso dolor en el abdomen me despierta, siento náuseas, vomito, mi pierna izquierda está paralizada. No entiendo que me pasa. Poco a poco recuerdo el ulular de las sirenas y al médico que tomé de la bata:
‘¡Doctor, Doctor, no soy guerrillera, una bala atravesó la puerta y me dio!’
‘¡No me importa quién eres, solo me interesa salvarte la vida!’
‘¡Hola despertaste, estuviste en el otro lado, casi te vas! Fuiste herida en la ingle derecha con una bala de fusil, perforó ramas de la femoral y atravesó por completo tu pelvis, tienes fracturas en ambos lados y perforación de vejiga. No perforó intestinos, ni otros órganos vitales, afortunadamente no tuvo orificio de salida. Estas balas cuando entran hacen un orificio pequeño, pero al salir destruyen y desgarran todo lo que encuentran’.
En ese momento no era consciente de la gravedad de la situación, lo único que pregunté fue:
‘¿Doctor, podré tener hijos cuando me alivie?’”.
Al escuchar esa frase, entendí, porqué la cantaleta de mi madre.
Pensamientos y sentimientos se agolparon en mi mente, pensé cuán indiferente había sido con la historia de mi madre al no aceptar que también era la mía.
Llegué a casa de mi abuela a buscar fotografías y objetos que me hicieran comprender mejor su historia.
Entre objetos, fotos y cartas amarillentas, encontré una foto mía, al lado de mi madre y bisabuelos.
Mi abuela aún guardaba el recorte de periódico de mi madre, cuando a punto de morir mi tío la bajaba de la ambulancia.
Con nostalgia recordé que mi abuelo y bisabuelo ya no estaban, pero agradecí contar todavía con la presencia de mi bisabuela, mi abuela y de mi madre. Conmigo, éramos cuatro generaciones de mujeres.
En esa búsqueda de identidad y de memoria entendí porqué mis abuelos y bisabuelos habían poblado esa montaña, llamada Siloé.
Mi abuela me contó muchas cosas que yo ignoraba, que en los años 60, mis bisabuelos tuvieron que abandonar su pueblo, al ser perseguidos por hombres que los mataban y les robaban sus tierras; me contó además, lo duro que fue ese período que se llamó “La época de la violencia”, donde los dos partidos Conservador y Liberal, se disputaban el poder.
Yo no había sido consciente de la historia de Colombia, porque había vivido en Francia los primeros años de mi vida y al llegar a Cali, en el Liceo era historia de Francia e historia Universal lo que veíamos.
Con tristeza reconocí todos los años que Colombia llevaba en guerra y aún ahora la violencia persistía. Mi madre había sido una víctima más de esta guerra.
Comprendí que la historia de los bisabuelos se había repetido porque mi madre y su familia, también habían tenido que huir de su barrio Siloé veinte años después; ya que en los años setenta una nueva guerrilla llamada M-19, había aparecido con el fin de hacer oposición a los partidos tradicionales que se alternaban el poder.
En los años ochenta el M-19, había entrado en universidades y barrios populares con el fin de concientizar a los jóvenes para que trabajaran en su causa social.
En 1985, el 6 de Noviembre, este mismo grupo se tomó el Palacio de Justicia en Bogotá, por lo cual las fuerzas militares recuperaron a sangre y fuego el Palacio, dejando 65 muertos, entre magistrados, guerrilleros y civiles, además de muchos desaparecidos. En retaliación por lo ocurrido en Bogotá, las fuerzas militares y de policía ordenaron en Cali poner en marcha la operación “Navidad limpia en Siloé”.
Según mi madre, el sábado 30 de Noviembre de 1985 a la madrugada, fueron despertados por tanquetas y hombres fuertemente armados que allanaban las casas buscando guerrilleros y armamento. En mitad de la tarde, hubo enfrentamientos entre los mismos comandos militares y de policía y allí, ella resultó herida por una bala de fusil.
Según informes de prensa en la “Toma de Siloé” hubo 28 muertos y 80 heridos entre militares y civiles.
El hecho se olvidó y aún no ha sido oficialmente reconocido.
¿La razón? La desconozco. Sólo sé que Siloé ha sido un barrio estigmatizado, con muchos problemas sociales, donde viven personas de diferentes partes del país que llegaron a Cali desplazados al ser perseguidos y despojados de sus tierras.
Pienso que el problema social que allí se vive es el resultado de los largos años de conflicto armado colombiano, que ha dejado heridas y cicatrices en su gente y que se ha replicado en muchas partes del país.
La historia de muerte de mi madre me inspiró para montar la pieza de teatro: “María 19, memoria de una historia olvidada”, con la que iniciamos un proceso de sanación y de perdón individual y familiar, invitando a otros a iniciar este camino de reconciliación, a partir de sus experiencias personales. Finalmente entendí que la historia de mi madre si me pertenecía.
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