Una visita a la tía

Una visita a la tía

Juan Fuentes

29/11/2018

Y allí estaba yo ensimismado, mirando aquella foto encima de la mesilla de noche
-¿Qué miras sobrino? – pregunto mi tía
-Que bonita foto tía, es la de tu boda ¿verdad?, se te ve muy feliz – comente
-Sí, sobrino, uno de los días más felices de mi vida. Bailé, reí, disfruté como la chiquilla que era. Que buenos recuerdos, no me habría podido imaginar ese día que hoy me iba a encontrar en esta situación – puntualizó

Su semblante entristeció por momentos, pero rápidamente recupero el temple sereno que siempre la caracterizaba.

-Se te ve tan enamorada – afirmé
-Si, sobrino pero enamorada, enamorada.. No me malinterpretes, yo siempre he querido mucho a tu tío, pero en aquellos tiempos las cosas se medían con otro rasero, había otras cosas más importantes como comer todos los días y dormir debajo de un techo, el amor era algo secundario. Tu tío era un terrateniente que se quedó prendado de mí, una pobre, era la boda de un rico con una pobre, como en las películas. Fue difícil llegar hasta allí, nadie nos lo puso fácil. Yo vivía con tu padre y con tu abuelo en una cueva con una burra, no era el mejor sitio para una señorita como yo. Como ves no tenía mucha elección – comentó mi tía

-Fueron tiempos duros tía, pero siempre habéis sabido salir adelante – puntualicé
-Así es sobrino, que remedio nos queda, toda la vida luchando, aunque a decir verdad los tiempos duros son los de ahora, ya que los pasados no duelen y los que nos quedan son pocos. En aquella época todo era hermoso, estaba como en una nube, donde cualquier cosa se podía hacer. Tu tío se portaba muy bien conmigo y los fines de semana íbamos al baile y algunas veces al cine – comenó

-Aunque era duro, lo cuentas con mucho cariño – maticé
-Sí sobrino, a cada uno nos ha tocado vivir una vida y tenemos que aceptarla e intentar ser felices. Duro, pero de color de rosa. Luego vino tu prima. Tu prima de chica no daba mucha guerra y se criaba sola. Luego el abuelo cada tres meses en casa, más trabajo. Además, esos años no fueron buenos en el campo y tu tío, al que nunca le ha sobrado el humor, estaba siempre refunfuñando, además de hija, esposa, madre tenía que hacer de psicóloga, pero bueno, así es la vida. – comentó

-Cuanto has trabajado para los demás y que buen humor has tenido siempre – dije
-Nada de adulaciones sobrino. Tu abuelo falleció y yo que estaba tan ligada a él, lo pase muy mal, pero en aquella época no teníamos tiempo ni para deprimirnos. La prima iba creciendo tan hermosa y tan guapa como siempre, pero que te voy a decir yo que soy su madre. La prima, el campo, la casa, .… , y así un día tras otro, ahora no lo aguantaría, pero cuando eres joven puedes con todo. Para el colmo, unos tíos segundos mayores se quedaron solos y como yo tenía mucho trato con ellos me responsabilice de su cuidado, otra tarea más – comentó

-No sé cómo has podido con tanto – puntualicé
-Pues con paciencia, amor, esfuerzo y constancia. Muchas penas y alegrías. La vida no dejan de ser pequeños trocitos de momentos más y menos felices, y que cuando te haces mayor vas montándolos según tus recuerdos y experiencias como si de un puzzle se tratara – explicó mí tía

-Te pones filosofa tía – señalé
-Sí, sobrino. Por donde iba, …. Todo más o menos iba bien, pero como me ha enseñado la vida nada dura para siempre y que no hay tragedia sin comedia. La prima se echó novio, pero también comenzó a tener comportamientos extraños y tuvimos que ingresarla en un sanatorio, la cosa se quedó ahí y no fue a más. El tío tuvo un accidente y a partir de ahí dejo de ser el que era. Estuvo ingresado mucho tiempo. Lo ves sobrino, una de cal y otra de arena, así es la vida, pero como decía el abuelo lo mejor de todo es contarla – puntualizó

-Me imagino que tu no lo pasabas bien – señalé
-No lo pasaba bien. El tío mejoro, pero como he dicho ya no fue el mismo, se quedó con esa cojera que aún tiene y que le obliga a ir con bastón. En esa época viniste tú, y fuiste como un oasis en el desierto para nuestras aburridas y pesadas vidas – comentó

-Un poco exagerada tía – señalé
-Quizás un poco sobrino, pero recuerdo tu llegada con mucho cariño. La prima tuvo que dejar de trabajar y al poco se casó con el hombre de su vida. Cuanto llore el día de su boda, de alegría y de tristeza – comentó

-Así es la vida, los hijos tenemos que volar del nido – apostillé
-Si, así es y así será, es ley de vida. Luego comenzaron a correr los años muy deprisa. La operación de mi rodilla que me ha dejado en esta silla de ruedas y lo peor de todo la muerte de tus padres. Cuanto me acuerdo de ellos, maldito cáncer, cuando inventaran la cura para esa maldita enfermedad que tantos disgustos nos está dando – comentó

-A pesar de todo y de los años se te ve muy bien tía – señalé
-Sí, pero tengo un reconcome que no puedo con él. Toda la vida cuidando a los demás y aquí nos tienes, al tío y a mí en esta residencia esperando a que vengáis a visitarnos para alegrarnos la vida y esperando a que se acabe esta larga función. Poco a poco me voy apagando como la llama de una vela. Pero por favor no dejes de visitarme, lo paso tan bien contigo

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