—Ya estamos llegando, pórtate bien que el abuelo está malito.

—¿Qué le pasa? —pregunta María desde el asiento de atrás del coche.

—Se le olvidan las cosas, ya lo sabes. Tienes que jugar con él, como siempre.

—¿Pero no se acuerda de nada, de nada?

—De muy poco, dale muchos besos y se cariñosa, me lo prometes —dice Puri que va conduciendo.

—Vale, pesada.

Bajaron del coche y fueron hacia la entrada de la residencia. Llamaron y les abrió la puerta una asistente.

—Hola Manoli, venimos a ver al abuelo ¿Cómo está? —pregunta Puri. María va de su mano.

—Bien, creo que está descansando en su cuarto —responde Manoli.

—Gracias, vamos a verlo.

Van por el pasillo, mirando las habitaciones según pasan, poco a poco se les va la alegría al ver a tanto abuelo en silla de ruedas. Esta residencia se la recomendaron unos amigos, es buena pero aun así huele a residencia, tienen que atravesar el salón donde gobierna una gran televisión, los abuelos que allí están no le prestan interés. Llegan a la habitación que tiene la puerta abierta y entran, el abuelo está sentado en su butaca mirando la televisión, al lado de la cama.Con cuarto de baño preparado para minusválidos y un armario.

—¿Hola abuelo, como estas? —dice Puri acercándose al abuelo y dándole un beso en la frente.

El abuelo las mira, intenta saber quiénes son y no lo consigue, tiene la cara seria, triste y dice:

—Hola

—¡Hola abuelito, te queremos mucho! —dice María mientras le abraza y le da besos.

La cara la tiene seria, pero los ojos se le humedecen, no sabe el motivo pero le gusta que esa niña le abrace. No se atreve a preguntar, no sabe quién es y no quiere que se vaya, al cabo de un rato dice:

— ¿Quién eres?

—Me llamo María, y vamos a jugar a los nombres ¿vale?

El abuelo la mira y sonríe, no se acuerda como se llama.

— Abuelito, me llamo María, ¡Di María!

—María —el abuelo no sabe qué hacer, una niña que se sube a sus piernas, le abraza, besa y le hace repetir María.

—Bien, tú te llamas Paco, di Paco.

—Paco.

—Bien, te has ganado un abrazo. —María le da un abrazo fuerte y muchos besos.

El abuelo no sabe el motivo, pero lo vuelve a repitir. Le ha gustado sentir la cara de la niña en la suya. Está engordando por momentos de felicidad.

—Paco, Paco.

—Muy bien, más besos. —María se pasa el rato dándole besos y abrazos.

La cara del abuelo Paco, ha perdido rigidez y parece que mira de otra forma.

—Abuelito, tu hija que es mi mamá se llama Puri, ¡Di Puri!

—Puri.

—Y ahora todo: María, Paco y Puri.

—María, Paco, Puri.

—Fenomenal abuelito, te has ganado más besos. —María le abrazó y le cubrió de besos.

El abuelo Paco está mirando a la niña de otra forma, mas adentro, como buscando una información que no encuentra, pero está feliz.

—Mama, has visto como el abuelito ha dicho nuestros nombres, es genial, se ha ganado quinientos besos más y muchos abrazos. ¡A que si abuelito! Le abrazó y comenzó a darle besos por toda la cara.

El abuelo Paco no podía quitar los ojos de aquella niña, no sabía quién era, pero le gustaba que le diera besos, le invadía una agradable alegría.

—Me llamo María, María, María. Dilo otra vez abuelito que me gusta oírte.

—María

—Muchas más.

—María, María

Así pasaron la tarde, María repitiéndole al abuelo Paco sus nombres y él jugando a repetirlos. Puri estuvo toda la tarde colocando la ropa en el armario. Cuando llego la hora de la cena, ninguno quería irse, era el momento de las despedidas. Las familias que iban a ver a los abuelos tenían que irse y dejarlos para que cenaran tranquilos.

—Abuelito nos tenemos que ir, no te olvides de mí, repite muchas veces: María, María.

—María. —lo dijo mirándola al fondo de los ojos y esbozo una sonrisa.

Una vez que se fueron, la asistente coloco al abuelo Paco en su mesa con sus otros tres compañeros, sus cenas eran silenciosas, cada uno viviendo las amarguras de su propio mundo.

Esta vez fue diferente pues el abuelo Paco tenía una media sonrisa y cuando la asistente le puso las pastillas en la mesa, dijo:

—María.

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