eucalipto_del_camping2.jpg

Me fascina el mar, por ello en cada uno de mis relatos pongo una gota de agua salobre, marina o emocional…

Este viaje comenzó unos meses después del anterior –Día de Reyes−, también paseando por sus arenas.

Antes de las bonitas villas que suelo encontrar cada mañana a lo largo de mi transcurrir marítimo, y antes incluso de que éstas fuesen construidas, existe un camping, hoy día abandonado y con la fachada desprendiéndose  a jirones. Sin embargo, hacía varios paseos que venía vislumbrando pequeños detalles de vida. Entre perros, gatos y otros meneos, el que más llamó mi atención fue el de la ropa tendida en una de sus terrazas escalonadas tiznando las ya tristes paredes con una gama de grises, a excepción de una prenda de estampado años setenta que no tuve narices de identificar.  Y aquí comenzó mi viaje…

Me fui a la hemeroteca de google para visitar ese antiguo camping: “Camping Mar hermoso 191”.

Encontré que el lugar había tenido su auge entre 1950 y 1970 gracias al enclave, pues estaba situado a los pies de una ciudad turística, rozándole el talón a la carretera nacional en su kilómetro 191, y el pulgar a la orilla del mar. Emplazamiento codiciado.

Las deudas por impago lo llevaron al cierre, pero goloso siguió siendo para hippies y sin techo que hicieron del lugar su paraíso terrenal. También los traficantes aprovecharon algunas de sus instalaciones como parada portuaria.

La hippy Verónica y el, ahora con techo, Alonso se enamoraron, y entre castillos de arena y caballitos de mar, criaron a su príncipe, en condición medieval.

Verónica solo tenía un vestido, y Alonso una vieja bicicleta pero a su hijo dieron, cada noche: un cielo colmado de astros, y cada día: un suelo sembrado de asteroideos.

La madrugada  del 28 de Junio de 1976, bajo una noche sin luna sobre un mar con oleaje, se organizó una redada. Los narcotraficantes, sorprendidos y alterados rompieron a disparar y los agentes, en defensa, replicaron al detonar.

Los hippies y los con techo huyeron a la playa creyéndose malhechores. Verónica cogió a su príncipe, pero era tal la oscuridad, que tras un tropiezo, le cayó de los brazos. El niño desorientado, hacia el agua anduvo y cuando su madre por fin lo halló, iba envuelto en una ola que con ansia lo tragó, Verónica en el mar entró, la ropa se le expandió y tras su alteza…desapareció.

Al regreso de mi viaje a google volví a plantarme frente a los dedos del camping. Los mensajes no dejaban de entrar en el móvil que llevaba en la mochila, maldito localizador, siempre ocurría lo mismo, buscabas algo en internet e inmediatamente recibías mensajes publicitarios al respecto.

Mientras observaba la ropa tendida y pensaba en esos hippies  ocupas, eché un vistazo a la pantalla del teléfono. Ante mi sorpresa leí:

−  ¡Mi hijo! ¡Mi príncipe!

La lectura se hizo voz y volví la vista al mar.  

Una apurada joven se adentraba en contra de los vaivenes de las olas y estampados de su falda. 

Falda que húmeda y salada siempre colgaba entre terrazas escalonadas. 

Prenda  que el sol… nunca secaba.

Hoy no sabría decir, si viajé yo, o lo hizo mi imaginación…

camping_tres2.jpgcamppin3.jpg

tendedero3.jpg

FIN

estrella2.jpg

Playa “Mar hermosa  191”,

 Km 191, Nacional 340

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS

comments powered by Disqus