El joven dijo al policía: esas no son mis pertenencias.

Le contó también que la vidriera estaba rota, que la luna salió de ella, que una silueta extraña le preguntó si le podía cuidar esas cosas.

Dijo además no pertenecer a ese lugar, que estaba dando vueltas porque alguien
le avisó que frente al museo, justo en la esquina, llegaría la nave.

Esa que lo llevaría a casa.

Minutos después una luz potente encandiló al agente, quien no logró salir del asombro, quien no pudo convencer a sus superiores de la veracidad de esa historia.

Motivo por el cual fue detenido y puesto a disposición de la justicia. Ahora espera sentencia y jura ser inocente aunque es el único imputado del robo a la joyería…

Los diamantes no aparecen.

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