Malaika en verano del 2016

Malaika en verano del 2016

MALAIKA EN VERANO DEL 2016

Este último viaje tuyo me dejó un buen sabor de alma, pusiste las sonrisas, que fue un buen esfuerzo si se le mira desde ahí, donde reside el sentir. Tus miradas en “juego de serio”, escondiendo el rostro, poco a poco me atraparon.

¿Quién te quiere? te preguntaba y como respuesta tronabas como tormenta y respondías: ¡Tú! Moviendo todo mi ser, sembrabas semillas de amor ¿qué más puede sembrar esta campesina de la inocencia?

Verte comer, aprendiendo a hacerlo sin ayuda, observando tu carita embarrada de frijoles que tanto disfrutas, sentada en tu silla ornamentada con tu nombre y flores. Un poco impaciente pero ¿qué puede hacer un bebé de 20 meses? Sus objetivos cambian cada media hora o cada vez que logran lo que desean. ¿Y yo? ¡Yo reaprendiendo, o mejor aún, aprendiendo a ser abuelo!

El paseo al café, otra lección que me diste. Observando todo, la gente pasar, los vendedores. Al final del desayuno, el caminar por el malecón, tomarte una foto y sostenido de tu mano. ¿O acaso crees que yo te llevaba? ¡No, tú me esclavizabas! En esa esclavitud amorosa donde ya no hay escapatoria y no existen cadenas, solo tu voz de canción.

Así transcurrieron los días, tú mirando y sonriendo, yo aprendiendo a ser abuelo. Algo para lo cuál no se asiste a alguna escuela.

Tu andar descalza y terminar con los pies negros, para que al final del día tu abuela y tu madre realizaran la tarea del baño contigo. ¡Ah! y qué ojo duro eres para dormir por la noche, como aquellas películas donde el personaje es dificil de eliminar, así tú te escapas de la conciliación del sueño.

La femineidad te brota, observadora de todo, espía de usos y costumbres, fuiste hasta la zapatera y rauda te colocaste los zapatos altos de la abuela y como no hay mujer sin bolsa, no eres la excepción, cogiste una de color lila, también de tu abuela, le pusiste dentro el monedero sin monedas, un boligrafo, el león de peluche, la calculadora que hacía las veces de celular, todo dentro, como un convento ¡lleno de madres! ¡Ya estabas lista, con la bolsa al hombro!

Acercarte y preguntar:¿ma coco? con el dispensador embarrado de aceite de coco, deseando compartir tus secretos de belleza, ni decirte que no, si la pregunta era acompañada de un suave masaje con tus manitas.

Un espectáculo en el desayuno, tu disposición de comer sin remilgos. Frutas, verduras, licuados, helado, etc. fueron aniquilados por tu apetito ¡Estupendo! ¡Bien alimentada y sana!

Y ni decir cuando correteabas trás la perra que te huía y seguro pensaba: ¡Este cachorro de humano qué lata da!

Un día antes de tu partida, tu madre preparó las maletas, guardó su ropa y la tuya con los pequeños objetos que son tus juguetes y conservas con esa alegria de compartir y divertirte con todo.

Como todos los viajes, siempre hay que retornar a casa y tú tenías que volver al hogar donde tus padres están. Toda la mañana estuviste algo seria, retraída, muy cercana a tu madre. Y no es que se haya escapado la alegría, no, es sólo que la empacaste con tus juguetes, junto con tu risa y tus pies redondos. Preparando la vuelta donde esperaba tu padre y junto a él, desbordarías como tú sabes hacerlo.

Un viaje más, con intuición conectada. Sabías que te ibas, tu madre, ya preparada, te cargó e inició el ritual de envolverte en el fular, esa prenda extraña que parece un rebozo largo, una vuelta para un lado y otra en sentido contrario, tus piernas de fuera y su pecho contra el tuyo. Esa cápsula espacial te envolvía, próxima a despegar, Melina, tu madre, de motor poderoso, cobijante, un viaje más.

En todo el trayecto de casa al aeropuerto, bueno, para tí algo así como Cabo Cañaveral, desde donde se lanzan los cohetes con destino a planetas en el siglo que te toca vivir, no hiciste ningún gesto, no hablaste en tu idioma alienígena, no sonreíste, ni respondiste. Así como los astronautas que no permiten entrevistas una vez que van camino a la nave, del mismo modo, tú preparaste tu viaje de regreso a casa.

Subieron las escaleras hacia la sala de abordar y con tu simple mirada, se me encogió el corazón. Tuve que aceptar que soy el abuelo. Con esta lección, termino mi graduación y sólo espero volver a verte para seguir mis prácticas profesionales.

Hoy que ya no estás en casa, sin embargo, apareces en cada «ma nun», nuestra labrador, el pan, «ma pan»,» ilabua» para referirte a mí, así con ese lenguaje especial inventado por ti, mi hippie del 2030.

Nos veremos en tu próximo viaje para enseñarte otras trampas, otros trucos que tu madre no quiere que te enseñe. Pero los abuelos estamos para consentir, ya no para educar, si no ¿para qué estan los abuelos del mundo? Este abuelo que todo ignora y le gusta enseñarte a desobedecer.

¿Qué aprendiste? ¡Eso le veremos en el próximo viaje!

Te beso nieta Malaika, ángel, seria ¡Tú!

P.D. Me dice tu madre que tu papá ya te pregunta: ¿quien te quiere? y que le respondes: ¡Tú!

¡Bien que aprendes a atrapar el amor, eres genial!

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