-No es tan difícil comprar un frontal. Este da más luz y este menos,… si no quiere gastarse dinero, llévese el malo. Si para lo que lo va usar, no creo que necesite mucho.
– Me llevaré el azul…
Estaba muy cansada. Ese día había recibido los papeles del divorcio, justo una semana después de enterarme que mi marido se largaba y no tenia las tripas para aguantar gilipollas.
-¿El barato no?
– Si, ese… un escalofrío recorrió mi espalda, fije la mirada… por cierto ¿usted es así? Porque no creo que haya mujer ni hombre que lo aguante.
– Yo sólo con tias y no me dejo atrapar tan fácilmente. Pero me gustan más jóvenes, a ti se te ha tenido que retirar ya hasta la regla… soltó una carcajada…
Miré a mi alrededor, no había ninguna cámara, a mi izquierda un piolet, nadie en la tienda…
-¿Te cobro?
-Sí y este piolet también.
-Para que quieres tú…
Un golpe seco, rápido, en la frente, justo antes de terminar la frase… Por fin el silencio, la paz, el control… Cogí la recaudación… Mi cabeza empezó a funcionar rápido, en ese momento me di cuenta de lo que había echado de menos esa sensación, pero algo era diferente, flotaba fuera de mi , como si no fuera yo. Cogí una cámara de esas acuáticas para fotografiar el momento, necesitaba ubicarme… piensa… Primero limpiar, saqué la tarjeta de memoria, entré en un baño trasero, de camino vi un montón de bombonas para hornillos, miré hacia atrás y abrí las pipetas. Volví a atrás. No me dio tiempo a llegar y escuché la puerta. Escondida tras la última estantería oí un grito, una carrera, la puerta de nuevo, tenía menos de un minuto… mechero… Salí por atrás, me puse unos guantes de látex antes de tocar el volante, resquicios de mi antigua vida y la bolsa donde llevaba el frontal la extendí en el asiento… Algo tapará… Una explosión por el retrovisor, como los viejos tiempos, reconocí esa sensación y una mueca se volvió a dibujar en mi cara.
Sudando mi pena tras una larga caminata, paramos a ponernos los arnés.
En un instante me sumergí entre todas aquellas maravillas de mi alrededor.
Mire a través de la cámara… Y allí estaba rodeada de un vacío que hacía juego con el mío. Algún potentado había hecho poner hierros a lo largo de la pared de roca de aquella montaña para subir a cazar. Un montón de largos hierros que te sostenían desde hacía un siglo, fueron nuestros primeros pasos por aquella pared. Te enganchabas en un cable anclado a la roca que llamaban línea de vida, que nombre más propio, pensé mientras el miedo se asentaba en mi pies.
-Déjame la cámara que te voy haciendo fotos.
Cuando la cogió me di cuenta, la tarjeta con las fotos estaban dentro. Toda la historia empezaba a cobrar vida mientras estaba suspendida a cien metros de despeñarme por la ladera. Mis manos temblaban, debía coger el mosquetón para poner el cabo de anclaje en el siguiente tramo. Le miré… estaba sujeto sólo por un mosquetón de dos habituales mientras miraba en la pantalla las fotos.
-Han salido chulas, estás son de ayer ¿no?
– Si, alguna buena hay.
– Estás muy guapa en esta.
– Cuidado con los pies.
-No te preocupes pequeña.
– Dejamos de ser pequeños hace tiempo ya.
-y te queda muy bien no serlo.
En el siguiente paso cambiaría el mosquetón, miré a mi alrededor, parecería un accidente… Éramos un grupo de nueve y todavía quedaban tres días para terminar un viaje que llevaba esperando una vida… Maldita sea… no quería matar, ya había cubierto el cupo de muertes esa semana. Volví a mirarle, me sudaban las manos, sonreía mientras pasaba fotos. Por un momento pensé que sería divertido verle la cara cuando viese al tipo con los sesos
esparcidos. Volví a recuperar las sensaciones de aquel momento, volví a verme desde fuera, me toqué el brazo pero no me podía sentir. Miré la cámara, me quedé un segundo quieta, estaba a unos cinco metros, en mi ensimismamiento, ande más lejos del objetivo. Su rostro se torno blanco, levantó la cabeza y me miró, ya no sonreía… yo tampoco. Mi pulso se hizo firme, era muy eficaz si me lo proponía.
-Dani, tío, hazme una a mí, le gritó Lucia desde abajo.
No hablaba, supongo que le impresionó ver toda esa sangre y la cara desencajada de ese diablo. ¿Qué iba a hacer? Una mueca se dibujó en mi cara.
– Lo he visto.
Cada vez se acercaba más.
-Lo sé.
– ¿Vas a matarme?
-¿Quieres que lo haga?
-No, creo que no.
-¿Crees?
-No, quiero decir que no quiero morir.
-Pues ponte el mosquetón bien.
Miró su cabo de anclaje y el mosquetón suelto. Le temblaban las manos mientras se sujetaba a la vida. Analicé las opciones, en realidad me había deshecho de las pruebas, sólo estaban esas fotos y mi huella con sangre en la tarjeta que coloqué allí. Necesitaba tenerla para recordar lo que había hecho, no se me fuese a ir otra vez la cabeza, o al menos eso me repetía al colocarla en la cámara. Apenas si hablamos hasta llegar a la cima, no hacía bromas, mantenía el ritmo y yo hacía lo propio. Si ese cabrón salía corriendo, no le cogería nunca. Pero ahí seguía, sin inmutarse, sin hablarme, pensativo.
Llevaba el piolet con el que maté al desgraciado en la mochila. Pensé que deshacerme de él a 3000 metros de altura no era mala idea. Estaba limpio y así podría volver a encontrarlo de nuevo si quería recordar. Lo puse entre dos rocas y le llamé.
-Dani, ¿me haces una foto?.. Señale el lugar con el dedo… volví a fijarme en sus manos, ya no temblaba, tenía mucha curiosidad por saber que pasaba por su cabeza… ¿no tienes nada que decir?
-En realidad sí. Me gustaría que hicieses algo por mi… Necesitaría que una persona desapareciera.
Le miré de arriba a abajo, así que era eso…respiré profundo… volvía al trabajo después del divorcio… que magnifica sensación.
PIRINEOS
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