Al otro lado del océano

Al otro lado del océano

Cierro los ojos, los cierro con fuerza para ver en lo obscuro… Tengo que cerrar los ojos y apretar con fuerza para agarrar el recuerdo, está ahí, nunca he olvidado, está vivo, pero tengo que cerrar los ojos, para verte nuevamente, para imaginar y retomar
junto a tu mano, el recorrido de tantas y tantas calles de Londres bajo la lluvia.

Ojos bien cerrados para ver tú andar firme, seguro. Te adueñas de las calles mojadas, dominas el ambiente húmedo, sigues el zigzag de las rayas en la acera para tomar por la calle del río, cruzar el café rojo de la esquina, hasta la cerca triangular que te indica dónde doblar la calle para no perdernos.

Aprieto los ojos para adueñarme de tu determinación por salir al mundo. Tu coraje para tomar un avión de más de diez horas de vuelo, sola, a tus sesenta y tantos años, sin una palabra en inglés o ningún otro idioma.

Cierro los ojos y ahí estas, con la pura seguridad y los nervios trastocados de emoción por llegar al otro lado del océano, para ver a los tuyos. Te veo interactuando a señas, levantando la mano y en voz alta aclarar en el mostrador del aeropuerto en Heathrow: “hábleme fuerte y despacio que no hablo inglés”, como única respuesta cuándo te
interrogan sobre tu estancia de tantos meses en Londres. Y luego, te escucho
claramente disertar sobre “el muy mal español que hablan los ingleses”.

Aprieto los ojos, y puedo sentir, hasta sentir escalofrío, como a ti nada te detiene, a
nada has tenido miedo. Que tu voluntad de acompañar al que más falta hace, te mueve, te pone viva, te emociona y, respetuosa, te lleva a conversar con los
ingleses en tu español enriquecido.

Cuántas veces has recorrido tantos kilómetros y siempre has llegado a tiempo? Yo? Yo siempre me pierdo…

Cierro los ojos para sentir como tomas mi mano en la estación Putney Bridge para guiarme a la salida correcta y encaminarnos a algún museo. Aprieto los ojos para alcanzar tu voz sobre la historia de Trafalgar Square, porque eso sí lo has leído en los
libros.
Tengo que apretar los ojos, muy fuerte, muy fuerte para verte hace poco más de veinte años recorriendo Europa.
Tengo que apretar muy fuerte, muy fuerte los ojos para no llorar de emoción con la lluvia de Londres…
Tengo que apretar tanto y tanto los ojos para que no se derramen lágrimas frente al recuerdo de la mujer más fuerte, más viajada, más valiente, más valiente…. Más valiente tú…

Ayer fue tu cumpleaños y sé, que estarás disfrutando tu viaje más largo…

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