Viaje de emociones…

Viaje de emociones…

Carola Méndez

07/08/2016

A mi madre:

desde Asturias a Cantabria en autobús, descubrí cuatro generaciones, un viaje de emociones…

Delante de mi asiento iban una madre con su hija de tres años. Lo primero que me sorprendió era la frescura de su relación: la madre tendría unos veintidós años. Le pidió patatas a la hija y la pequeña le dijo que no. Entonces le pregunta la madre:

-¿pero quién te ha comprado las patatas?

-¡Yo!- con mucha personalidad contestó la niña.

-¿Ah sí?- le decía la madre.- ¿Tú? ¿Y con qué dinero?

-Con el tuyo, mamá…

Eran preciosas…

Sentí muchas emociones juntas: me encantó poder disfrutar de ver a una pequeñita de tres años hablando ¡tan elocuentemente y tan graciosa! Algo que en su día, cuando Irene tenía tres años me producía mucha angustia en plena aceptación de su autismo. A la vez sentí mucha ternura por la madre. Podría ser mi hija a mis 45 años.Sentí lo que es ser abuela: ¡el instinto maternal no es parir y el de abuela no es tener nietos! ¡Precioso descubrimiento!

Me maravillaba la comunicación tan espontánea y cercana que tenían. Recordé la relación entre mi madre y yo… era parecida.

Mi madre también era muy joven cuando nací. ¡Sentí recuerdos preciosos entre las dos de aquella época!

Era como trasladarme por el tiempo rememorando y a la vez sentir e
imaginar lo que es ser abuela…

En ese cúmulo de emociones la mujer de al lado de ellas que tendría unos setenta años y era abuela, se puso a entablar conversación con la mami de la pequeña: la abuela hablaba de lo inteligente que era su nieta, con una alegría y orgullo que daba gusto oirla…Y la madre compartía virtudes de su hija…

Ahí sentí una punzada de dolor al ponerme en el lugar de mi madre como abuela de Irene. Sentí de repente la frescura de mi madre conmigo de chiquitita, también contando mis buenas notas…

Sentí lo difícil que habrá sido para ella la aceptación del autismo de Irene al haber vivido una situación tan típica conmigo.

Imaginé una doble aceptación de la realidad: por una hija y una nieta…
Agradezco de manera infinita su alegría y disfrute permanente. Jamás
la he visto triste al respecto; habrá tragado lágrimas… Ahora
todo es más fácil: al comprender que Irene es feliz, hemos
aprendido mucho de ella todos. Ya no somos tan cuadriculados: se
puede ser feliz siendo diferente, ella es diferente, su discapacidad
en la comunicación e interacción social, lejos de ser un
impedimento para su felicidad, disfruta tanto… ¡cada
momento que logra comunicarse y avanzar! ¡Trasmite tanta alegría!.

¡La adoramos y admiramos con su discapacidad y sus capacidades, ¡todos tenemos capacidades!.

Ella nos ha enseñado que tenemos CAPACIDAD DE FELICIDAD, ¡de vivir el momento, capacidad de esfuerzo sin límites por conseguir lo deseado!…¡tanto que aprender!

Sus abrazos duran segundos pero son eternos… Este viaje de emociones no termina…

CORDILLERA CANTÁBRICA

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