El sueño de Iván

El sueño de Iván

Ludmila Benincasa

31/07/2016

Allí se encontraba Iván, parado frente a la ventana con una taza de té verde contemplando la desolación y la destrucción de aquellos años. Un sueño esperanzador despertó a aquel Bielorruso una mañana gris de 1930, un sueño que él se propondría hacerlo realidad, un sueño que había obligado a Iván a querer cambiar su destino.

Sentó a su hermano y a su padre para explicarles que emprendería un viaje a pesar de los riesgos que eso implicaba. Iván se encontraba temeroso y ansioso por como tomarían la noticia, no solo por lo disparatado que sonaba, sino que encima era una decisión impulsada solo por un sueño; pero para su sorpresa, su hermano Feodor y su padre Stephan apoyaron su decisión con entusiasmo y esperanzados de que al fin un miembro de la familia pueda buscar una mejor vida y poder ellos en un futuro seguir sus pasos.

Iván comenzó feliz los preparativos para emprender aquel viaje con destino a Argentina. Feodor y Stephan le dieron todos sus ahorros los que Iván prometió devolver con creces ni bien se acomodara en tierras argentinas. La nostalgia y la felicidad se le habían mezclado de tal manera que no sabía como actuar, así que mientras armaba su pequeño bolso con lo justo y necesario, reía y lloraba a la vez. Tomó la foto de su madre Zenobia, la besó y la colocó en el bolso entre sus pertenencias, este viaje lo haría solo y esa foto lo llenaría de valor cada vez que él lo necesitara.

El día había llegado, Iván debía embarcar en pocas horas, por lo tanto, apuraron la despedida entre sus vecinos y allegados y acompañado de su hermano y su padre partieron rumbo al puerto. Una mezcla de diferentes e infinitas sensaciones ahogaban a estos tres hombres que no paraban de abrazarse y prometerse un reencuentro a futuro y para siempre. No importaba en cuales tierras sería esto pero no dudaban en reencontrarse para volver a ser una familia unida nuevamente.

El viaje no fue placentero para nada, miles de peripecias vivió en el barco, tantas, que hasta perdió la cuenta de los días que pasó allí arriba. Lejos de volver a recordar detalles que solo le causaban angustia, decidió enfocarse en su destino. Y una vez que pisó suelo firme… -¡hola Argentina! ¡hola nueva vida! gritó de alegría.

Cansado y hambriento comenzó a caminar por las calles, llevaba unos pocos rublos en su bolsillo pero que no podía utilizar, se acercó a pedir un poco de agua a un grupo de hombres que estaban afuera de un bar, pero estos, al no entender una palabra solo reían a carcajadas, Iván agachó la cabeza y resignado supo que sería muy difícil subsistir sin entender el idioma. Con pasos cansados y ya sin fuerzas se recostó sobre el banco de una plaza. Pocas horas después Iván se despertó y fue agredido por dos policias quienes a los golpes no le permitían que se reincorpore –¡vamos borracho de mie…! –¡acá no podés dormir!! gritaban. Iván intentó explicarles que solo estaba descansando, pero su idioma les sonaba mas a balbuceos que a palabras. Cuando al fin pudo librarse de ellos continuó su camino incierto, caminó horas sin rumbo alguno, hambriento y desganado pero con una semilla de esperanza enterrada en su corazón. Iván comenzó a darse cuenta de que era imposible una buena vida sino podía hablar el idioma, como conseguiría comida, albergue y trabajo? Con el tiempo, la angustia comenzaba a llevarse la poca esperanza que le quedaba, mientras secaba sus lagrimas sacó la foto de su madre que conservaba con recelo en su pequeño bolso, la acarició con sus dedos débiles y la besó.

Una tarde, una mujercita trigueña de nombre Haydee, al ver un hombre fundido en tristeza, no dudó en acercarse y le preguntó: -¿Estas bien?. Iván levantó la vista y tímidamente intentó explicarle que no hablaba el idioma, ella, encantada por su tez blanca como la nieve y ojos grandes y azules como el cielo, lo tomó de la mano y lo llevó hasta su casa, le dió comida, ropa limpia y un cuarto pequeño para que pudiera descansar. El bielorruso se encontraba agradecido por la actitud de Haydeé pero no sabía como pagarle, entonces, comenzó a ayudarla en su almacén de ramos generales y así pudo permanecer allí. El era una gran ayuda para una chica sola. Pasó el tiempo y gracias a la paciencia de la muchacha Iván aprendió el español y de a poco se fueron enamorando. Iván le declaró su amor y pronto tuvieron dos hermosas hijas.

El siempre anhelaba volver a sus tierras y abrazar a su familia pero sabía que estaba lejos de concretar su deseo, siempre mantuvo comunicación por correspondencia, su hermano lo mantenía informado sobre todo, hasta que un día las cartas dejaron de llegar. Iván tenía muy mal presentimiento. Todas las noches antes de dormir, se abrazaba a la foto de su madre y le pedía que proteja a su padre y hermano, aunque en su interior sabia que su pedido era en vano y esperaba lo peor. Los años pasaron sin noticias y un dolor muy grande en su corazón crecía. Desde aquel día que emprendió el viaje a Argentina su vida cambió por completo: perdió una familia para formar otra; comenzó a tener sueños donde veia a su padre y hermano volar como angeles, sabía que de una guerra no es fácil escapar a menos que sea con alas de libertad. Esos sueños le decían la verdad y él no dudaba de ello. De sus raíces solo le quedaba la foto de su madre que le daba fuerzas. Viviría cada día de su vida con la ilusión de volver a su país algún día. FIN

ROSARIO-SANTA FÉ

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