Teo ha empezado el que será su último viaje, el más difícil quizás, pero también el más necesario. Es un viaje con billete de solo ida, para una sola pasajera, pero con muchos testigos alrededor, que todavía no están preparados para decir adiós. Que todavía no quieren decirle adiós.
Teo lleva años perdida en una vida donde los recuerdos del pasado se agolpan con todas las pequeñas vivencias del día a día. Ha olvidado todo lo rutinario. Su cabeza no recuerda lo más básico.En cambio su cerebro le manda, de vez en cuando, pequeños pedacitos de su infancia. Imágenes de Villalpando, su pequeño pueblo en la Zamora profunda. Recuerda a su madre, fallecida cuando ella tan solo tenía 10 años. En ocasiones nombra a sus hermanos, a los que no ve desde hace años.
Fotografías que ella ve en blanco y negro de su vida en Francia, donde conoció a su marido, y donde nacieron sus dos hijas. Seguramente los años más dichosos para ella, a pesar del trabajo y de estar en un país que no era el suyo. Pero ella supo hacerse con la situación, aprender un idioma nuevo, acostumbrarse a un nuevo tipo de vida, con su familia, su mayor tesoro.
Teo volvió a España con su familia. Se asentaron en Alicante y allí fueron felices, muy felices. Con una vida tranquila, de trabajo,diversión y felicidad. Una vida normal , en un entorno normal.
Y de repente Teo empezó a cambiar. Y en ese momento inició ese viaje inesperado.
Teo ha decidido que va a luchar,pero en ocasiones esa lucha es demasiado complicada.No solo por ella, si no por todo lo que conlleva para los que están a su alrededor. Tiene la suerte de tener a su lado a un marido maravilloso. Un marido que se desvive por ella, que está pendiente de cada uno de sus movimientos. Un marido que prefiere pasar horas de sueño y cuidar personalmente de ella a pesar del duro trabajo de su día a día.
Teo lleva 7 años deteriorándose poco a poco. Sin perder la sonrisa. Sin dejar de abrazar y besar a todo aquel que se acerca a ella y le muestra un poco de cariño.
Teo ha dejado de hablar y a veces no entiende lo que le dicen, pero mira con sus enormes ojos verdes y sonríe. Ya solo reconoce a su marido, que va cada tarde a verla. Coge un peine y le cepilla el pelo. Le da dulces a escondidas, aunque ya hace meses que no puede tragar. Es su pequeño secreto, su juego. Se deja cuidar por él. Sabe perfectamente quién es, aunque no distinga ninguna otra cara,ninguna otra voz, ningún otro tacto. A él, siempre lo reconocerá. Siempre lo recordará. Siempre lo querrá.
Teo se ha apagado. Su cuerpo ha decidido que ya no podía más. Su alma se ha quedado entre todos nosotros. Su recuerdo será imposible de borrar. Ha emprendido su último viaje. Viaje de ida, sin vuelta.
Feliz viaje mamá. La sonrisa que se ha quedado en tu preciosa carita nos hace pensar que ha sido una transición sencilla, indolora, y por desgracia, necesaria.Nosotros seguiremos aquí, luchando, recordando, felices de que hayas dejado de sufrir, pero tristes, muy tristes, por no tenerte ya a nuestro lado. Apenados de pensar todo lo que te has perdido, todas las experiencias que ya no vas a vivir . Orgullosos de haber hecho todo lo que hemos podido para intentar que tu vida fuera lo más bonita posible junto a nosotros, a pesar de todo. Algún día nos volveremos a ver, en algún lugar.
Teo era mi madre. Murió hace casi 8 años, el 18 de noviembre de 2008. Se le diagnosticó Alzheimer en estado muy avanzado a la temprana edad de 55 años. A los 62 era prácticamente un vegetal. Nos dijeron que era de los pacientes más jóvenes en España con esta enfermedad. Su vida fue un viaje de contrastes, de lucha, hasta que decidió emprender el viaje final.
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