-Siéntese Contadora- me dijo la Licenciada Caricatura, y sus ojos se veían radiantes… solo deseo que el gusto haya alcanzado un instante de esos, de auténtica felicidad. Era un día de éxito para ella, había logrado reunir en un año, cuidadosamente una serie de intrigas y de gente dispuesta a acompañarla a ello, asegurando que mi presencia restaba a la organización en lugar de sumar. Empresario Improvisado el dueño, decidió apoyarla; pues su perversión albergaba la esperanza de favores sensuales, con el tiempo.
La Licenciada Caricatura era una abogada que jamás juntó valor para ejercer la disciplina del Derecho, ni para enfrentar el desprecio de su cónyuge y su hija; por lo que se diferenciaba por una hambre infinita de sentirse importante. En ese contexto aceptó un puesto directivo con sueldo operativo. Sus grandes premisas administrativas eran mentir, manipular, perseguir, acosar, obedecer sin pensar ni opinar, ayudar a limpiar, cobrar y hoy, le tocaba cobrar lo incómoda que le era mi presencia.
Desde el primer mes de trabajo, recibí hostigamiento de mis iguales y fui objeto de las más creativas intrigas y rechazos, solo que mi desempeño y mis resultados eran reconocidos por Don Empresario Improvisado.
Hacía 10 años de ello y don Improvisado ahora creía que era un gran empresario y que la clave del desarrollo era un cuidado riguroso de los recursos. Lo cierto es que su ambición había extraviado los límites; ya era dueño de una docena de casas y carros y su empresa había multiplicado su presencia en el mercado con múltiples changarritos improvisados también. En ese tenor, renovó su cuadro directivo con tres figuras centrales Licenciada Caricatura, Edipo Bipolar y Doña Pelos.
Edipo Bipolar, el Benjamín de don Empresario Improvisado, no lograba completar una solo actividad laboral. Ni un solo mes podía sostener su asistencia sin renunciar en medio de discusiones con su padre; quien leoninamente se imponía.
Doña Pelos una mujer que solo estudió taquigrafía, bastante poco agraciada físicamente, por lo que su principal característica era una gran necesidad de humillar a los demás. Sostenía un fuerte amasiato de complicidades con don Empresario Improvisado: él le cedía gustoso el lado oscuro de la administración y ella le hacía creer que le ahorraba recursos de forma extraordinaria. El hacía como que le creía y la valoraba y ella le prestaba su nombre para sus corruptelas fiscales.
-Siéntese Contadora- insistió la Licenciada Caricatura,
– No gracias licenciada, estoy bien así…
– Mire Contadora, dijo Edipo Bipolar…
– Mire Edipo sé perfectamente para qué me han citado aquí, me dicen la cantidad de mi liquidación, hago cuentas y hablamos.
Doña Pelos, acercó los números en cuestión, tomé nota y salí de esa oficina.
Tres días antes, me había enterado de lo que sucedería aquella tarde del viernes dos de Octubre; los pasillos de la empresa no habían logrado acallar los rumores. Así es que estaba preparada para aquel momento:
Llamé a mi abogado para confirmar los hechos, las cantidades, las formas adecuadas, etcétera. Por supuesto que todo lo hice con cara de gravedad. Los personajes encomendados de mi despido tenían en común una inseguridad directamente proporcional a sus necesidades enfermizas. Mis expresiones empezaron a derretir la efímera alegría de la Licenciada Caricatura, Edipo Bipolar se acercó aclarándome que habría otro cheque sin lugar a dudas y Doña Pelos enseguida le llamó a Empresario Improvisado para mantenerlo informado, se rectificaron los números, recibí los cheques y salí…
En el primer tramo rumbo a la salida, coincidí con doña Limpiezas, quien al mirarme, sentenció:
-No le limpié su oficina porque usted no estaba presente y a mí, me tienen prohibido entrar sin su permiso.
-Así es doña Limpiezas, le agradezco su respeto- le dije; espero que todas las cosas que me robó le hayan proporcionado algo de alegría, pensé. Terminé correspondiendo la sonrisa pues ella era la más inocente colaboradora del sistema.
Al abrir el pequeño ascensor, coincidí con el descender de Asistente Medio Importante, esa colaboradora cuyos requisitos del puesto son: obedecer sin pensar, alimentar los rumores y que medio posea competencias.
– Contadora, ¿Está llegando tarde? Y su boca luchaba entre reír y parecer discreta.
– ¡No! “Todo lo que sucede bajo el cielo tiene su tiempo y tiene su hora”… le dije…
– ¿No es tarde entonces?
– Usted ¿qué piensa?
– A mí no me pagan para pensar Contadora…
– No, si eso se debe hacer sin pago.
– ¿Cómo?
– Piénsele…
Al salir del ascensor empecé a repasar la lista de evidencias que se habían cocinado en mi contra: no vender unos artículos; la ausencia de mi gente a un desfile; los excesivos privilegios; no colaborar en la limpieza; la mala costumbre de emitir mi opinión en las reuniones de trabajo, no saludar, etc.
Hábitos anti institucionales, resumí y acepté para mí.
– Oye pues ¿a qué se dedica esa empresa que te despidió?
– Ah! Es una Universidad…
– ¿Una Universidad? ¿Cómo se llama?
– Digamos que “El rugido del León S.A.”
– Y ¿Cuál era tu puesto?
– Coordinadora de carreras profesionales…
– ¿Y eso qué relación tiene con limpiar, vender, desfilar, con no opinar, ni pensar?
– Pues la misma relación que tiene un Edipo no resuelto junto a su padre, una taquígrafa que se cree contadora y una abogada que no se defiende.
– ¿Y el León?
– Antes de subir a mi carro, me abordó Empresario Improvisado escondido tras de un árbol…
– Contadora estamos en contacto, podría colaborar conmigo en otros espacios. ¡Llámeme!, dijo y me acercó su tarjeta con cara de seducción barata.
– O sea que..
– El león cree que todos son de su condición.
– ¿Por qué suceden estas historias?
– Por la misma razón que un político que no lee, se casa con una actriz de telenovelas y adquieren una carísima casa blanca…
Antes de encender el auto, miré la fachada agradeciendo a los muros de aquel lugar, haber acompañado mis esfuerzos, mis aprendizajes, mis éxitos.
FIN
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