EL FONDO DE PANTALLA

EL FONDO DE PANTALLA

Diego Sierra

16/06/2016

La historia de Julia es ya una pequeña leyenda urbana dentro de Romagnoli Escribanos. Aunque en lo que a mi respecta, tengo la prueba de que es cierta. 

El primer día de Julia fue como el de muchos jóvenes que recién comienzan en su profesión. Llegó muy puntual, radiante, llena de energía y sueños de éxito. Segovia, su nuevo jefe, ya le había adelantado que no iba a tener tiempo de recibirla, así que pasó primero por recepción.“Escritorio 23, Sector B, Trámites Administrativos, tercer piso”,le dijo la recepcionista, indicándole su nuevo lugar de trabajo.  

Su escritorio era de no más de un metro y medio de lado, suficiente espacio para una silla, una computadora y un empleado. Igualmente, a pesar de aquel diminuto lugar, Julia se las arregló para acondicionarlo con cariño, como quien decora una nueva casa.

Hasta dedicó unos minutos a elegir un fondo de pantalla que le gustara. Encontró entre las fotos que venían predeterminadas por Windows, una imagen con la cual conectó de inmediato. Inspiradora, mágica. De esos lugares que uno duda si realmente existen.

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Acomodó su silla y chequeó sus mails. Ya tenía uno de Segovia. Decía URGENTE en el asunto del título, se trataba de unos balances para dentro de dos días. Julia, sonriente, estaba lista y decidida a darle el puntapié inicial a su meteórica carrera profesional.

 

Pasaron siete años desde aquel día. Julia seguía sentada en el mismo escritorio y hacía un par de años que sentía dolores en la columna. Sabía que eran por el defectuoso respaldo de su silla, pero ya no tenía motivación alguna, ni siquiera para pedir una silla nueva.

Julia se había corporativizado. Se fue apagando lentamente a lo largo de los años, hasta hundirse por completo en la rutina. Sus ansias de progreso, su brillo personal, su autoestima, todo se había perdido de a poco. Se entregó triste e inexorablemente al día a día, como la mayoría. Era finalmente sólo un número.

Tal vez el único toque personal que le quedaba era su fondo de pantalla, un rinconcito donde acudía para refugiarse. Cada tanto se lo quedaba mirando, preguntándose si un lugar así realmente existiría. Pero incluso este minúsculo escondite imaginario corría peligro. Segovia ya le había sugerido algún tiempo atrás que lo cambiara por algo más apropiado.

“Julia, en lo posible cambia ese fondo por una imagen más corporativa, más marketinera. No sé, el logo de la empresa o algo así. Algún cliente puede pasar y prefiero que se lleve una buena imagen”.

Segovia había escuchado la palabra marketinera en algún almuerzo de trabajo y ahora la usaba siempre, creía que sonaba más inteligente. Lógicamente, era imposible que algún cliente pasara por detrás de aquel escritorio perdido del piso tres.

Era un viernes por la tarde. Tal vez aquel día Julia se sentía más vacía que nunca, no lo sé. El  hecho es que cometió un error en un balance que entregó ese mismo día. Nada grave, pero si infrecuente en ella. A pesar de todo, Julia conservaba su profesionalismo.

Una vez más Segovia apareció a los gritos. Tiró la impresión del balance sobre el teclado de Julia, diciendo algo acerca de su irresponsabilidad y la importancia de los clientes para la empresa. Parecía disfrutar destratando a los empleados frente al resto.

Julia no lo escuchó bien, tampoco lo miró, ya ni siquiera sentía indignación. Solamente miraba su monitor, inmóvil, cansada. “Y cambia esa foto por algo más corporativo, más marketinero. Escuchaste?”, remató Segovia. Buscaba alguna reacción de Julia, aunque estaba más interesado en que los demás empleados lo escucharan gritar, lo hacía sentir un buen director.

Se fue dando un portazo, pero Julia no movió un músculo. Pasaron un par de minutos, hizo a un lado lentamente los papeles de su teclado y bajó la vista al piso. Era ya la hora de salida. Pudo sentir como incluso mover un dedo para apagar su computadora le representaba una tarea agotadora.

Aquel viernes, Julia fue la última empleada en irse.

Pasó el fin de semana y llegó el lunes, un lunes más. Pero por primera vez en tres años, Julia no apareció. Se hicieron las nueve y las diez, pero nada. Segovia recién se percató de su ausencia alrededor de las once.

Julia no apareció en todo el día. Ni tampoco al día siguiente. En este tipo de empresas no hay demasiado tiempo que perder, así que decidieron trasladar a una chica de contaduría para suplantar a Julia. El trabajo de Julia era bastante rutinario, por lo cual su ausencia no fue un gran problema.

Pasó una semana. Ya era viernes otra vez y nada sabían de Julia. Segovia había tenido un día movido y estaba dispuesto a ordenar sus cosas para marcharse, cuando recibió un correo que decía URGENTE en el asunto. Era de Julia. Los correos que Segovia enviaba a Julia decían siempre URGENTE en el asunto, incluso si se trataba de pedidos para dentro de una semana. Por primera vez la situación era la inversa.

Disculpe que no llegué a tiempo el lunes, ni el resto de la semana. Me fui a buscar un nuevo fondo de pantalla como me pidió. Lo adjunto a este mail, espero sea lo suficientemente marketinero.

Saludos, Julia.

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Lo mejor de todo es que alguien se las arregló para poner la imagen de fondo de escritorio en la ex computadora de Julia. Personalmente me gusta pensar que fue el propio Segovia, derrotado. Como el villano que al final reconoce la valentía de un adversario digno.

En lo que a mi respecta, hoy cumplo dos meses en Romagnoli Escribanos. Escritorio 23, Sector B, Trámites Administrativos, tercer piso. La imagen de Julia sigue en el monitor, que ahora es mío. Tal vez por aquel precedente, hasta ahora Segovia se ha portado bastante bien conmigo. Pero quien sabe, tal vez algún día también considere cambiar mi fondo de pantalla.

 

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