Y el día llego, años trabajando en la panadería familiar, generaciones tras generaciones, su tatarabuelo la fundó y él tristemente debe cerrarla, ya sin empleados, mira todo a su alrededor y no puede creer ver las góndolas vacías, el sitio que siempre estaba lleno de toda clase de panes totalmente vacía. Sin facturas, cremosas, ni tortas.
Mientras nostalgicamente ultima detalles, entra al local Manuel, un hombre que vive en la calle y observa el local vacío, el visitante sabía también que este día llegaría, él pasaba cada tanto para recibir del dueño alguna clase de alimento para mitigar el hambre. Muchas veces limpiaba el auto del panadero y recibía algo de dinero para apalear su situación. Pero esta vez Felipe lo mira con tristeza y le tiene que negar darle algo. Manuel entiende a la perfección, pero no duda en preguntar si quiere lavar su auto y Felipe acepta sin problemas entendiendo que puede ser la última mano que le puede dar a Manuel.
Felipe camina hasta el final del local, cuando está por bajar la térmica para apagar las luces, quizás para siempre, observa una bolsa de harina a la que aún le queda un poco. Sin dudarlo se remanga la camisa celeste con vivos blancos y como un día normal empieza a amasar, aprovechando el tiempo que le demandará a Manuel lavar el auto.
Sus recuerdos y nostalgias se hacen presente, no puede evitar que algunas lagrimas empapen la maza.
Con el horno encendido coloca el pan y aguarda.
En su cabeza no puede evitar pensar en las deudas que se fueron acumulando, una dura enfermedad de su mujer lo llevó a endeudarse mucho, y ya entre empleados, impuestos y más deudas se le hizo imposible pagarle al banco, mes a mes fue posponiendo lo que en definitiva iba a pasar, que le rematen la panadería.
Ingresa al local el hermano de Felipe que se sorprende al ver el horno encendido.
-¿Que estas haciendo?
-¿Como estas Enrique? Haciendo el último pan con los pocos productos que quedaban.
-Deja de castigarte, en unos días esta panadería va a ser parte del estado.
-¡No hace falta que me lo recuerdes!
-Menos mal que te vendí mi parte, te dije que hicieras lo mismo.
-Si podías haber esperando para cobrar tu parte…¿Que necesitas Enrique?
-Queria saber si me ibas a vender el auto, ando buscando algo para mi hijo.
-Seguro que si, voy a necesitar algo más de dinero para los últimos estudios de Clarisa.
-¡Ah buenísimo!…
Ingresa al local nuevamente Manuel y Enrique lo para en seco.
-¿Que queres ciruja de mierda, no ves que esta cerrado? ¿Venis a pedir?… llévate un estante si queres…
-¡Para tranquilo Enrique! ( intercede Felipe).
Manuel le entrega la llave del auto al panadero quien le agradece y le entrega 1000 pesos.
-¿Mil pesos le das, que mierda te hizo?
-Me lava el auto una vez por semana. Tranquilo que lo pago yo Enrique. ¡Gracias Manuel anda yendo!
El linyera se retira, Enrique saluda a su hermano y también se marcha.
Una vez el pan está listo lo saca y lo envuelve en un pequeño papel que siempre se utilizo para las tortas, ahora si, cierra la llave de gas y baja la térmica.
El día afuera es caluroso, su auto en la puerta lavado y en la vereda de enfrente sentado en su sitio Manuel, el hombre se refugia en la entrada de un viejo galpón con una persiana rústica, muchas veces vinieron a echarlo, pero siempre termina armando su lugar en el mismo sitio, intento ingresar pero le fue imposible. Así que opto por instalarse afuera y protegerse debajo del alero del galpón y cubrirse con cartones cuando el sol le pega de frente.
Felipe se cruza y le entrega su último amazado, su último pan.
Manuel lo mira y entiende a la perfección todo, se siente alagado en cierta forma.
-No habrá más mates amigo, tampoco tortas negras, acepta este último horneado, y toma algo de dinero.
-¡Ya me diste por el lavado del auto!
-¡Eso es parte de tu labor!
Se despiden y Felipe sube a su auto para volver a su hogar.
Los días pasan, no sabe y no quiere saber que sucedió con su panadería.
Ayuda a su mujer que aún está en cama, recuperándose de esa dura enfermedad que la postró varios años en la clínica y ahora en su casa. No lograron tener hijos.
Una tarde mientras toma mate en la cama con su mujer suena el timbre de su domicilio, primero lo ignora, para su adentros se dice «es otro cobrador», pero no, el timbre sigue sonando, así que decide ir a abrir y para su sorpresa quien llama es Manuel, a la vista de Felipe dejó de ser un pordiosero para estar vestido elegantemente.
Felipe lo mira de arriba a abajo, no puede creer.
-¿De que me perdí?
Es lo primero que sale de la boca del panadero.
Manuel aun sin hablar extiende su mano y le entrega un juego de llaves que Felipe reconoce de inmediato.
-¡No puede ser son las llaves de mi panadería!
-De tu ex panadería, ahora es mia, (dice manuel y prosigue). Con tu plata compre un billete de lotería, para mi sorpresa la gane, voy a hacer muchas cosas pero con parte de ese dinero compre la panadería. Quiero que la vuelvas a abrir y me devuelvas el dinero como vayas pudiendo.
Felipe No tiene otra reacción que abrazarlo muy fuerte. No le importa llorar como un niño delante de Manuel.
-Ah otra cosa (insiste el ahora ex linyera mientras abre su mochila). Este último pan, no solo no fue el último sino que tiene que ser el primero de muchísimos.
Felipe lo toma y lo mira, esta bien conversado como si nunca haya pasado el tiempo.
Luego de darle la noticia a su mujer abre la panadería e intenta lograr que todo vuelva a ser como su padre la dejó. Eso sí exhibida en una pequeña heladera esta ese último pan que parecía se llevaba el último esfuerzo.
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