Son personas muy diferentes entre sí, pero eso no importa <<los mejores romances de la historia han surgido de personalidades opuestas>> se decía ella una y otra vez imaginando que él le correspondía.

Llevaban dos años de compartir clases y realmente él se convirtió en una buena razón para sonreír. Sebastián hacía que las inseguridades de Sonia cayeran a niveles nulos con solo voltear desde la fila de enfrente.

Sonia notaba como su temperatura corporal aumentaba siempre que sentía su mirada, sus ojos eran como imanes para los de ella y no podía esperar a cruzar la línea hacia la zona de contacto.

Una mañana de enero estaba particularmente helada, tanto que se podía perder toda sensación en el rostro, sin mencionar que la mayoría sufrió un retroceso en la caligrafía hasta el punto de preescolar.

Entre clases, ella se encontraba en el pasillo sujetando un puñado de hojas con ambas manos mientras repasaba la lección de estadística, de un momento a otro su vista brinco del papel a la puerta de los baños de chicos como si supiera que de ahí saldría él, luego, percatándose de su indiscreción volvió a las tablas y graficas mientras esperaba que Sebastián se acercara, y debo decir que no esperó demasiado pues recorrió la distancia en tiempo récord. 

– Hola

– Hola

– ¿Tienes frío?

– No

    Sebastián sabía que su respuesta era mentira, así que tomo la mano izquierda de la chica entre sus palmas intentando compartir su calidez. Ella no podía creer que de él brotara tan confortable sensación aun cuando todo lo que le rodeaba era gélido. Claramente la estadística había sido desplazada en la lista de prioridades, así que dejó las hojas en un pupitre que estaba a la deriva y dejó que su mano derecha se uniera a las demás dando paso a un cruce de miradas seguido de discretas sonrisas.

    La joven no se conformaba con eso, habían pasado múltiples escenas similares y no era suficiente, ¡quería más! Así que se acercó, cruzó los límites y con sus manos ahora tibias condujo el rostro enrojecido de Sebastián hasta el suyo, contrajo sus labios ya deseosos hasta al fin hacer contacto con los de él. Todo era tan irreal, apenas podía sentir los brazos de Sebastián sobre su espalda baja debido al abultado abrigo que llevaba puesto, mismo que se ganó su odio, ella deseaba deshacerse de él y repetir la escena, después de todo ya no tenía frío.

    La historia habría sido perfecta si Sonia hubiera estado en el pasillo esa mañana, pero estaba sentada en su pupitre al fondo del salón mientras que Sara leía la práctica de la clase anterior afuera.

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