No era invierno ni primavera.
No habían salido jamás
huyendo de la ciudad.
No era un día especial
ni un momento excepcional.
Pero se miraron.
Se miraron y bastó un segundo para desatar en su interior la mayor de las tormentas, trasladarse a Groenlandia, convertir el transcurrir del tiempo en algo espiral.
Se besaron irremediablemente,
atraídos sus labios como dos imanes de polos opuestos:
Ella había perdido el Norte,
el encontró el Sur en su cuerpo.
Se besaron tan apasionadamente
que un terremoto sacudió la tierra.
Se besaron tan locamente
que no existía más oxígeno
que el compartido en sus bocas.
Se besaron tan ardientemente
que el resto de incendios
se extinguieron.
Se besaron.
Se besaron.
Se besaron…
Comenzó a llover
y todo lo demás
ES HISTORIA.
OPINIONES Y COMENTARIOS