Aquel beso robado…, aun lo recuerdo. Ella, desprevenida, miraba cómo yo, devorando su asombro, bebía el licor de su saliva. Quería adueñarme de su alma, sentía que su aliento sofocado por el mío, se agotaba en un murmullo. La dejé casi vacía, fría su piel y blanca como la cera más limpia. Todavía siento la culpa cuando paso por la plaza y la veo allí, sobre el pedestal, puro alabastro, expuesta a tantas miradas.

(Pintura de Paul Rey, Lavaur)

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