Quiero compartir uno de los recuerdos más bellos y enigmáticos de mi existir, aquel en donde estaba atravesando una batalla interna, entre mis sentimientos, pensamientos, las falacias constantes y la tortura de los problemas. Soy un viajero desorientado que siente en la mente un abrumador laberinto con paredes enormes, rodeadas de penumbra, desidia y agonía.

Recuerdo con nostalgia el día en el que me encontraba recorriendo las calles infinitas de la ciudad, pero, con un ambiente extraño, distinto a la rutina de mantener mi mente en blanco, en ella ocurría un choque brutal de ideas, todo esto porque la mujer que amo estaba enfadada y distante, en nuestra relación abundaban las discusiones y el egocentrismo, pero a pesar de eso, cada beso suyo son el lugar más seguro que tengo para destruir los problemas de la vida, para disolver el odio que voy generando con el paso de las horas, son la trampa perfecta para atrapar a los demonios que envenenan mi alma, y también, son la fuerza complementaria para superar el temor a la ley máxima de todo viviente, aquella en la se rige la partida de este mundo en cualquier momento, sin distinciones o réplica alguna. Sus besos tienen ese valor e impacto tan impresionante porque ella es un alma imperfecta para toda ideología de lo deseado, pero realista, una persona tan poderosa que pareciera tener habilidades fuera de los límites humanos, la mujer que accede nuevamente, durante cada amanecer y anochecer a ser mi amada, mi compañera en una misma realidad imprecisa.

Esa vez estaba temeroso, percibía que mi amada tenía su alma alejada de la mía, todo porque nuestro amor se había invadido silenciosamente de ladrones, una clase de depredadores despiadados y hambrientos por consumir la vitalidad de nuestra esencia, creados por los errores constantes de mi ausencia, la desconfianza incoherente y resaltada de mis palabras, como también, la ignorancia manifestada ante la verdad de mis acciones.

Al llegar a su hogar, noto que ella se encuentra con seriedad y seguridad característica de su grandeza, mis ojos me muestran la silueta de un ser divino, un deleite que me aterra perder, posiblemente lo más similar a un ángel imperial; después de algunos segundos de admiración, comienzo a explicarle mis intenciones con titubeos y errores, intentaba sanar nuestras heridas mostrando mi honestidad desnuda, pero sin dejar atrás el deseo gigantesco de poder gozar de sus besos hidratantes, sentir cada una de sus caricias enternecidas y alimentarme de su amor.

Ella escuchaba mi voz con gran atención, manteniendo sus ojos firmes a los míos; inmediatamente al terminar de dar vida a mis ideas ella me ayuda a conocer y comprender toda batalla a la que se enfrenta constantemente, dentro de su cabeza como fuera de ella, me permite aclarar sus dudas y dejar atrás las ataduras del orgullo. Ahora nuestras miradas son con total transparencia, fortaleciendo mi humanidad con su belleza, viviendo para sellar sus labios con un pacto inquebrantable de fidelidad, un beso con sabor a eternidad.

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