UN ÚLTIMO BESO DE LUZ AZUL

UN ÚLTIMO BESO DE LUZ AZUL

Nadia Cecilia

11/02/2021

Milán, marzo 2020

El beso es frío, estéril, lejano, distante…el beso es liso. Un rostro joven y una niña repleta de vida y sus bucles caramelo. La imagen evanece, la pantalla vuelve en su gris opaco acostumbrado. El vidrio atesora el sello húmedo de mis labios en un último beso de luz azul. Una figura blanca sujeta el aparato con sus cinco dedos enguantados. Un ambo impersonal y la mascarilla bajo la escafandra transparente devoran tanta solidaridad. Oigo una música monótona del bip bip que nos regala un pequeño monitor de luminaria pálida y acompaña cada vuelta de reloj. Me recuesto. El aparato electrónico descansa ahora en la mesita olvidando sus sonrisas. Me rindo al precipitar de la tarde gris que, entre los cobertores y la calefacción del piso, me permito ignorar que es gélida.

La catedral se erige sobria como siempre y sola como nunca. Sus pieles ajadas por los años sollozan. La garúa estalla sus cúpulas magníficas. La catedral olvidada a los ojos asombrados de los turistas, y recordada en los réquiem repetidos de los ciudadanos sobre los cielos invernales de una Milán que sabe a tragedia.

El ocaso invocó la calma nocturna. Por los pasillos solo se distinguen las respiraciones pesadas y, algún gemido seco. Entonces, sé que vendrá… 

Ella me visita. Siempre por la noche. La media luz pinta nuestra sombra en la pared. Yo, con ansias de vencer el sórdido retumbar de las agujas, exhalo un suspiro de esperanza o ansias de piedad. Se sienta a mi lado. Observa éste anciano cuerpo y con incomprensible regocijo parece degustarlo. Los suaves movimientos del colchón hacen ondular los pliegues ya marchitos de mi humanidad.

Ella, entonces, comienza con sus relatos. Mis profundas tinieblas se transforman en insomnios consentidos mientras teje madrugadas interminables. En el deslizar del sonido de su voz, vuelvo a la juventud y la infancia ya lejanas. Con mis piernas delgadas de niño galopo las escalerillas que visten la Perugia de mis primeros años. Nos detenemos en el beso con perfume a mayo del primer amor en la brisa tibia de una primavera interminable. Contemplamos juntos la ternura del beso en la cabecita diminuta de mi niña, como el de sus labios ya mayores sobre su propia niña de rizos. Me narra historias, a veces me acaricia la mejilla con ternura, a veces posa su mano refinada en mi hombro. En un costado, el retrato familiar. Algún instante congelado y me encuentro extrañando el calor de esas risas que quedaron detenidas. Ella no toca el retrato siquiera, pues sabe que no puede.

El aroma a lejía y morfina recorre el edificio. Se acerca, pretende abrazarme. Mantengo sereno temple y acepto sus decisiones. Contempla mi rostro. Me observa, mas nunca me ha besado. Sé que lo hará. Me obsequiará ese beso carnal de los que hoy están prohibidos. Un beso que me lleve con ella eternamente. Y en el recuerdo de quienes amo un beso distante de luz azul…





Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS