El beso que me liberó

El beso que me liberó

ABF

07/02/2021

Cuenta la leyenda que el rey prohibió bajo pena de muerte cualquier beso público. La razón nadie la sabe, pero dicen que después de que la reina muriera, ya no volvió a ser el mismo rey justo y compasivo.

Sobre todo, las parejas jóvenes tenían que ir con mucho cuidado a demostrarse su amor, pero aun teniendo toda precaución posible por no ser pillados, unos cuantos caían y no se mostraba ninguna piedad por su pecado a ojos del rey.

El rey no podía mostrar signo de debilidad ante aquella ley absurda, y daba igual a quien pillara que siempre ajusticiaba.

Muchos eran los consejeros que pedían una y otra vez derogar aquella ley, pero si el corazón del rey estaba roto, nada ni nadie le haría cambiar de opinión.

La vida según el rey había sido tan injusta con él, que tenía que devolver la misma partida de alguna manera.

Pobre rey, quien diría que la vida le daría otra lección que nunca olvidaría.

Una tarde de primavera el rey paseaba disfrazado por la ciudad, para que nadie le reconociera. Era la primera vez que bajaba de su palacio desde que proclamó la ley.

A lo lejos se escuchaba el tumulto de la gente como si una gran discusión acabase de empezar.

Llamado por la curiosidad se acerco para ver que estaba pasando.

Muchos hombres y mujeres rodeaban a otra mujer y a una niña pequeña.

El rey preguntó bajo sus harapos, que estaba pasando y porque las rodeaban.

Iban a lapidarlas porque la niña había dado un beso a su madre sin querer. Era el cumpleaños de la niña y la madre le había regalado un vestido nuevo en el mercado.

La niña no paraba de llorar, y la madre la protegía, poniéndola detrás de ella, mientras pedía clemencia entre sollozos – Ella no ha tenido la culpa, si debéis castigar a alguien, esa soy yo –

El rey se quitó rápidamente el habito y dio un grito de ira – ¡Quietos! Nadie va a tocar a ninguna de las dos – El rey se acerco a las dos y con una mirada cálida les dijo – Estuve cegado por la ira, la tristeza y el egoísmo todo este tiempo. Ni el mismísimo demonio cometería el error que yo he cometido con todos vosotros. Coge a tu hija y celebrar su cumpleaños como es debido – Del mismo modo se dirigió a toda la gente allí congregada sedientos de justicia –Os miro a los ojos y veo el mismo odio que yo tenía. Me he liberado y ahora os voy a liberar a vosotros del error que cometí –

El rey abrió los brazos, miró al cielo cerrando los ojos y pronunciando sus últimas palabras antes de yacer sobre el suelo –Lo siento, y espero que algún día me perdones mi amor–.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS